Un culito de ensueño
Fecha: 19/10/2018,
Categorías:
Hetero
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... despacio las cinco cuadras que faltaban hasta llegar a La Estrella Dorada, una librería para estudiantes y proveeduría para artesanos y pintores. En mis años juveniles no estaba abierta los sábados en la tarde. Me puse unas gafas oscuras que encontré en una gaveta de mi escritorio, como si temiera que alguien pudiera reconocerme, estaba tan nervioso que recordé la época en que militaba en el grupo clandestino de la universidad hacía veinte años. Como si nuestros movimientos hubiesen estado sincronizados, al doblar la esquina de la calle Cervantes con Las Damas hacia la librería, vi salir de ahí a Yomairis. Con toda naturalidad me dio un beso en la mejilla y caminamos hacia el parque municipal.
Llevaba puesto un vestido negro de mangas largas con lunares blancos, sandalias negras y su infaltable mochila. Unas enormes gafas de sol colgaban de su escote. El celular estaba adherido a su brazo con una especie de brazalete. Una cuadra antes del parque apareció un taxi turístico.
-Detenlo- pidió ella.
Antes de montarnos le pregunté adónde iríamos.
-Mi amor, vamos a una cabaña, ¿sí?
Esta vez las cosas fueron distintas. Me tomé el tiempo necesario para besarla con desesperación, con la sensación de que cada beso encerraba un sortilegio que me contagiaba la tersura de su carne joven. Cuando la hube besado lo suficiente me senté en el borde de la cama circular y levanté su vestido para descubrir que llevaba puesta la tanguita roja que se había infiltrado entre mis ...
... camisas, la fui deslizando con suavidad mientras ella terminaba de quitarse el vestido, ese culito de ensueño estaba ahí, junto a mi boca, pensé en morderlo pero me contuve, en cambio me deleité con su sexo hirsuto y oloroso hasta sentir que una miel espesa comenzaba a cubrir los bordes. Como una manera de obligar cediendo, Yomairis se echó hacia adelante y quedamos tendidos sobre la cama, me ayudó a desvestirme y, cuando estuvimos totalmente desnudos se montó sobre mi vientre y fue alternando en mi boca sus dos pezones erguidos y dulcísimos, giró después y de nuevo me encontré con su sexo en mi boca, esta vez con el paisaje del perineo y de la cuevita menor ahí, a merced de mis dedos, cuando estaba entretenido con esa textura salobre y aterciopelada sentí un calor húmedo y tibio en la punta del pene, aceleré el ritmo de las estocadas de mi lengua, quise que fuera como un estilete explorando esa gruta cada vez más cálida hasta que Yomairis se apretó contra mi boca, su vientre se puso tenso y la oí gemir como si quisiera cantar y se dejó caer a mi costado, transpirada y temblorosa.
-¡Muchacho!- exclamó mientras me abrazaba y me acariciaba debajo del ombligo. Cuando hubo recuperado el aliento me besó los muslos, se aseguró de que me pusiera perfectamente enhiesto y, con lentísima delicadeza me colocó un condón, después se me montó encima y comenzó a moverse despacito, con una angustiante y deliciosa lentitud, hasta que fue acelerando la cabalgata y esta vez el ritmo de sus senos ...