Infidelidad en Nochebuena
Fecha: 06/04/2024,
Categorías:
Infidelidad
Autor: CVerarde, Fuente: CuentoRelatos
... ambos teníamos en cuenta que una vez que tocas esa línea, se te hace más fácil atravesarla la próxima vez.
—Quiero que estés tranquila —me dijo Aníbal antes de abrir la puerta del ámbito—. Ha sido… culpa de tu estrés —convenimos ambos como si estuviésemos firmando un descargo de responsabilidades—. Nunca tengas miedo cuando estés a mi lado, Drusila, yo voy a protegerte siempre, incluso de ti misma.
Tragué saliva, lo miré de soslayo y caí en la realidad de lo que habíamos hecho. Y mis ojos se aguaron, mi pecho tembló, y la pesadumbre y vergüenza de tener que volver a ver a Jorge a la cara me sometió.
—Esta no soy yo… Aníbal… yo no soy así… La Livia que es novia de Jorge jamás habrí…
—La Livia que es novia de Jorge no es la Livia que me acabo de follar, eso está claro. Tú eres Drusila, y de ella me encargo yo.
Salimos de la vinatera; mi concuño más íntegro y perfecto que yo, cargando en su mano derecha una cubeta con cuatro nuevas botellas de vino con las que brindaríamos, cuando de pronto sentí irme de bruces al darme cuenta de que Ezequiel, un hombre que conocía a Jorge a cabalidad, era nada menos que el fiel sirviente que había estado custodiando la puerta, pendiente de lo que dispusiera su señor.
¡Dios Santo! ¡Dios Santo! ¡DIOS SANTO!
Sentí que la quijada se me caía al suelo y que mi corazón se saldría por mi boca. Aníbal debió notar mi terror porque no tardó en decirme:
—Tranquila, es de mi entera confianza.
Atisbé a Ezequiel a hurtadillas y ...
... hallé en él disimulo y discreción. Actuaba como un perro amaestrado, como solía decir Jorge. Yo misma lo noté desde que se presentó en mi apartamento días antes para hacerme entrega de las llaves del vehículo que me obsequió Aníbal. De todos modos la vergüenza me pudo y esquivé la mirada con presteza.
¿Cómo podría ver a ese hombre a la cara de ahora en adelante después de lo que había atestiguado? ¿Qué estaría pensando de mí? Pues eso, lo que era, una imbécil, una zorra desconsiderada. ¡Una maldita puta que se dejaba follar por el hombre que había hecho las veces de padre de su novio!
—Limpia el desastre, cierra la puerta y te vienes a la mesa —le ordenó Aníbal al pasar a su lado con bastante indiferencia, como si Ezequiel fuese un gato sin sentimientos que sólo actuaba por inercia.
—Así será, don Aníbal —respondió él; y de soslayo me pareció apreciar en la mirada de Ezequiel un odio excesivo hacia su jefe, un odio y resentimiento tan intenso que a los segundos pensé que era imposible, y que sólo había sido una alucinación de mi mente, producto de mis nervios.
Hice acopio de valentía y traté de serenarme. «Suspira, Livia, suspira.»
Me dije que si Aníbal no tenía rastro de preocupación por lo que su escolta y secretario personal hubiera podido escuchar o mirar, mucho yo menos yo tenía que tener razones para tener miedo.
—Vamos —me instó Aníbal, desprendiéndose de mi cintura para asirme del brazo antes de llegar al umbral del comedor.
—¿Y ahora…? —dije ...