1. El calvario de Luciana (12)


    Fecha: 20/10/2018, Categorías: Gays Autor: señoreduardo, Fuente: CuentoRelatos

    ... Emilia, pero esto no ocurría y tampoco Elba había vuelto. Empezaba a sentir hambre y sed y cuando ambas sensaciones se hicieron acuciantes llamó a gritos a Elba, sin éxito. Al cabo de un tiempo que no supo precisar quien apareció fue Luisa.
    
    -¿Qué escándalo es éste, yegua? –dijo al otro lado de la puerta la mucama con expresión severa.
    
    -Luisa, por favor… Tengo sed y… y hambre también… ¿Cuándo veré a Emilia?
    
    Luisa la miró de arriba abajo:
    
    -En primer lugar, ¿qué es eso de estar de pie ante mí? ¡Arrodíllese ya mismo, puta insolente!
    
    Graciela sintió que se la rebajaba hasta el último grado de la humillación y un sollozo le subió a la garganta, pero hizo lo que la mucama le había ordenado.
    
    -Parece que le cuesta recordar algo importante, que lo que usted quiera o necesite no importa en lo más mínimo. ¿Entendido?, grábese eso de una buena vez por todas en su cerebro de animal, y no vuelva a gritar porque si lo hace vuelvo y hago que se arrepienta. ¿Está claro?
    
    -Sí… sí, Luisa, sí…
    
    -Pídame perdón. –exigió la mucama.
    
    -Perdón, Luisa… -dijo sumisamente Graciela.
    
    -Bien, y recuerde lo que le dije. –le advirtió Luisa y sin más dio media y se alejó por el pasillo dejando a la esclava sumida en las más intensas y contradictorias emociones.
    
    A medida que las horas iban transcurriendo el hambre y la sed aumentaban y también su angustia ante el tormento al que estaba siendo sometida, un tormento físico y mental que ella había elegido padecer al decidir entregarse ...
    ... incondicionalmente a Emilia.
    
    Al día siguiente, desesperada por la sed y en menor medida por el hambre, comenzó a suplicar que alguien viniera, al principio en voz baja, luego en un tono más alto y por último a los gritos hasta que escuchó ruido de tacos en el pasillo. Era Elba y viéndola ante la puerta enrejada se arrodilló, con miedo al cobrar súbita conciencia de lo que había hecho a pesar de la advertencia de Luisa.
    
    -¿Dónde cree que está, yegua? ¿En un hotel? –dijo Elba y sin más abrió la puerta, entró en la celda, la puso de pie tirando con fuerza de su cabellera y comenzó a abofetearla con fuerza hasta que la soltó y Graciela cayó al piso arrasada en lágrimas y con ambas mejillas enrojecidas. Quedó boca abajo, sollozando y pidiendo perdón una y otra vez.
    
    -¡En cuatro patas, perra insolente! –ordenó el Ama de llaves y así la llevó a la sala de juegos. Graciela temblaba al entrar al recinto y ante otra orden de Elba se encaminó hacia el caballete, al cual la mujerona la sujetó rápidamente por muñecas y tobillos, para luego tomar una de las varas. La hizo restallar en el aire varias veces y Graciela sintió que el terror la ahogaba al escuchar esos silbidos siniestros que preanunciaban el castigo.
    
    El primer azote le cruzó ambas nalgas y a partir de ese principio Elba iba midiendo cada golpe para ir castigando alternativamente una y otra de las blanquísimas y apetecibles redondeces. Le daba fuerte, con pausas irregulares y a veces haciendo que la vara silbara en el ...
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