1. Mi odiosa madrastra, capítulo 4


    Fecha: 06/06/2024, Categorías: Hetero Autor: dickson33, Fuente: RelatosEróticos

    ... dedicara a eso, tenía que aceptarlo y listo.
    
    — Está bien, sólo saqué el tema porque me habías mentido. Si me lo hubieras dicho desde el principio, sería otra cosa —mentí, ya que si lo hubiera sabido desde el primer momento, me caería aún peor de lo que me caía, y tendría todo tipo de sospechas sobre ella—. Y supongo que papá también sabía de esto —agregué.
    
    — Javier era el me sacaba las fotos —respondió ella—. Le excitaba mucho la idea de que alguno de sus amigos o compañeros de trabajo me reconocieran de internet.
    
    — Bueno, esa información era innecesaria —me quejé.
    
    Después de que terminamos de almorzar, hubo algo en el semblante de Nadia que debió advertirme de lo que sucedería unas horas después. No sé si su expresión pensativa, o la manera ansiosa que tenía de moverse de aquí para allá, pero evidentemente, desde la charla que habíamos tenido, se traía algo entre manos.
    
    No tardé en descubrir de qué se trataba. Yo estaba muy a gusto leyendo el último libro de Wilbur Smith en la terraza. El día estaba fresco, pero el sol me daba de lleno, y resultaba muy agradable. Nadia apareció para interrumpirme.
    
    — Qué querés —dije, sin sacar la vista de la novela.
    
    — Mirá, como ayer estuviste tan bien… necesito que me saques otras fotos.
    
    — ¿Y esto va a ser todos los días? —me quejé.
    
    — No seas caradura. Ambos sabemos muy bien que yo hago más cosas por vos de las que vos hacés por mí —respondió ella—. Si querés que la cosa siga así, simplemente ayudame cuando te ...
    ... lo pida. De todas formas no tiene que ser ahora. Te puedo esperar.
    
    Cerré el libro con un suspiro.
    
    — Prefiero sacarme de encima este tema lo antes posible —contesté—. Dale, hagámoslo ahora. Esto ya me parece un deja vú.
    
    — Dejá de quejarte y vení a mi cuarto.
    
    La seguí, con desgana. Cuando entré a la habitación, Nadia estaba inclinada, bajándose el pantalón. Su pulposo ojete apuntaba, amenazante, hacia mí. Llevaba una tanguita negra que le cubría apenas las partes más íntimas. Luego se quitó el súeter, quedando nuevamente semidesnuda ante mis ojos. Pensé que era un buen momento para demostrar que no iba a caer en la excitación cada vez que se mostrara de esa manera frente a mí. Le sacaría todas las fotos que quisiera, y por esta vez no le daría el gusto de que viera mi erección. Es más, me aseguraría de que viera mi entrepierna, para que tuviera la certeza de que para mí, sacarle fotos a ella era lo mismo que tomárselas a un ladrillo.
    
    Noté, extrañado, que en su mesa de luz, había un vaso de vino tinto.
    
    — Primero hagamos un video —dijo.
    
    Se tiró sobre la cama, boca abajo. Yo encendí la cámara de mi celular, y la empecé a grabar.
    
    — Enfocame primero desde la derecha, y después brodeá toda la cama, hasta pasarte al otro lado. Cuando termines, acercá la cámara a mi cola —indicó ella, de manera precisa.
    
    Quedó en silencio. Hice exactamente lo que me indicó. Ella estaba boca abajo, con la cara oculta en el colchón, casi como si estuviera dormida. Hice una toma ...
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