Mi odiosa madrastra, capítulo 4
Fecha: 06/06/2024,
Categorías:
Hetero
Autor: dickson33, Fuente: RelatosEróticos
... lenta, desde la cabeza hasta los pies. Me moví en semicírculo, sin dejar de enfocarla ni un solo segundo. Ella hacía movimientos leves, manteniendo su misma postura. Flexionó un poco una de sus piernas, haciendo que su trasero se levantara un poco y sobresaliera más. Luego separó ambas piernas, dejando a la vista la marca que hacía la raja de su sexo en la tanguita. Acarició sus piernas con la mano, y lentamente, la subió hasta llegar a una de sus tersas nalgas.
Me estaba costando más de lo que imaginaba que mi lujuria no se desatara. Lo que hacía para lograr contenerme, era pensar en cualquier otra cosa: en la pandemia, en los chicos, en Érica, incluso en papá.
Entonces Nadia dio media vuelta e irguió su proporcionado y vertiginoso cuerpo. Me pidió que le mostrara cómo había salido el video, y apreció conforme.
— Ahora sácame una foto —dijo—. Pero me voy a tener que poner en el piso, porque el colchón es muy movedizo.
— ¿Movedizo? ¿Qué tenés entre manos? —pregunté.
— Quiero hacer algo diferente —dijo, para luego apagar la luz de la habitación, dejando que entre sólo la luz solar por la ventana.
Y entonces, se sacó el corpiño.
— ¡Qué carajos hacés! —dije, exaltado.
— Estas fotos no son para Instagram —explicó Nadia, dejando entrever que se trataba de las fotos que vendería a los pervertidos en internet.
Sus pechos eran enormes, y tenían unas grandes areolas de color claro, casi rosadas. Sin dar más explicaciones, se puso en cuatro patas sobre el ...
... piso, en una pose que está demás aclarar que era sumamente sexual.
— Poné la copa de vino en mi espalda. Cerca de mi cintura. Voy a tratar de no moverme un milímetro siquiera —explicó.
Tardé unos segundos en comprender. Pero después de todo, lo que me pedía no era tan complicado. Agarré la copa de vino, y la apoyé justo en donde me había indicado. La solté lentamente, temiendo que cayera al piso, e hiciera un enchastre. Pero se mantuvo ahí. Nadia ahora actuaba como si fuera una mesa, es decir, un mero objeto. Imaginaba que a muchos hombres les gustaría verla de esa manera. Como si no fuera otra cosa que una cosa. Sería la fantasía retorcida de muchos, beber un buen vino encima de ella, o incluso comer sobre su perfecto cuerpo, como si no fuera más que un plato de comida. La gastronomía y el sexo siempre eran buena combinación.
Enfoqué y le saqué varias fotos. Las suaves tetas de Nadia colgaban. El hecho de que no tuvieran una redondez y firmeza perfectas, me convencieron de que eran naturales.
— Bueno, ya podés sacar la copa —dijo mi madrastra, conteniendo la risa. Por lo visto la situación la divertía mucho.
Le mostré cómo salieron las fotos.
— Perfectas. Tenés pasta para fotógrafo —me felicitó.
— Bueno, ya podés ponerte el corpiño —le dije.
Nadia, sin decir nada, se acercó a mí. Por un segundo sus pezones rozaron mi pecho. Pero se retiró unos centímetros al percatarse de esto. Sin embargo, después, mirándome fijamente a los ojos, me agarró la cara con ...