Mis odiosas hijastras (12)
Fecha: 07/06/2024,
Categorías:
Hetero
Autor: dickson33, Fuente: RelatosEróticos
... la oscuridad.
—Bueno, en realidad… —dijo, interrumpiéndose, como para decidir qué palabras debía utilizar.
—En realidad ¿qué? —le pregunté.
—En realidad, creo que también lo hice por placer —dijo al final.
Mi respiración se contuvo. La miré a los ojos, al tiempo que sentí su mano posarse sobre la mía.
—Sami… —susurré, sin poder decir más que eso.
Ya venía erotizado de cuando subía las escaleras, con el provocador orto de Valu meneándose descaradamente en mis narices. Y ahora, con esa conversación que había dado un giro totalmente inesperado, mi excitación iba en aumento. Hasta el momento, viéndome totalmente derrotado, con la relación con Mariel arruinada, habiendo quedado como un pajero frente a las otras dos, no me había molestado seguir cayendo en desgracia, con tal de que por fin pudiera llevarme a la cama a una de ellas. Pero ahora, con Sami, la cosa era muy diferente. Más aún después de lo que sabía que le había pasado con uno de los chongos de Mariel.
—¿Por qué no hiciste nada cuando te mostré la roncha? —preguntó, de repente—. ¿Por qué pensaste que estaría mal aprovecharse de mí, o simplemente porque no te gusto?
Mierda. La verdad es que ninguna de las opciones era correcta. Salí huyendo cuando vi su mirada fría que contrastaba violentamente con su actitud provocadora. ¿Lo había hecho sin querer? Lo cierto es que si no fuera por eso, la cosa hubiera terminado completamente diferente, y probablemente ella no tendría una opinión tan ...
... favorable de mí. Después de todo, estuve a punto de correrle la bombacha a un lado y penetrarla ahí mismo.
—Porque está mal —respondí, con poca convicción.
—Entonces te gusto —dijo rápidamente ella. Y no era una pregunta.
—Claro, sos hermosa, pero sos tan chica…
—Pero igual ya lo hicimos. Aunque no supieras que fui yo. Ya pasó algo entre nosotros —dijo, con una lógica irrefutable.
Me di cuenta de que aún sostenía mi mano. De repente se irguió. Nuestros labios quedaron muy cerca. Extendí la mano y acaricié su mejilla con ternura.
—Estás muy confundida —le dije—. La crianza con la loca de tu mamá te hizo mal. Pero no es culpa tuya —dije, interrumpiendo mis caricias—. Nada de esto es culpa tuya. Al contrario. Vos sos un salvavidas en este mar de serpientes.
Me puse de pie. Sami miró mi entrepierna. Dentro del pantalón había un bulto difícil de disimular. Sami estiró la mano, para acariciar mi verga a través de la tela. Luego llevó el dedo índice a sus labios, reiterando el gesto para que hiciera silencio.
—Seguro que alguna de las chicas está intentando escuchar detrás de la puerta —dijo, sentándose en la orilla de la cama—. Así que no levantes la voz. Si después preguntan, vos me estabas aconsejando sobre lo que pasó con Juan Carlos.
—¿Qué? —articulé, estupefacto—. Lo mejor es que me vaya Sami, en serio.
No obstante la tierna adolescente ahora masajeaba mi verga con mayor ímpetu, y ahora parecía que dentro del pantalón había aparecido un tubo grueso y ...