Gastón
Fecha: 21/06/2024,
Categorías:
Infidelidad
Autor: pietrorusso, Fuente: CuentoRelatos
Por la ventana de la sala de estar, enmarcada en los bordes blancos, la imagen de Julia entrando a la piscina parecía una obra de arte. De tantas veces que se había metido, la piel húmeda le brillaba con la luz del sol. Estaba tostada de tantos días en la playa. Con todo, mantenía un aspecto saludable, liso, se veía suave. El hilo blanco de la tanga se le incrustaba entre las nalgas. Cada vez que se movía, le rebotaban un poco los músculos del culo y la parte superior de las piernas. Para probar la temperatura del agua, se arrodillaba. Entonces, se hacía visible una casi imperceptible protuberancia que no se escapaban a mi observación. La tela del bikini era tan fina y estaba tan mojada por el agua de la pileta que los labios de la concha se imprimían con una precisión pornográfica a plena luz del día.
Mi suegro dormía al otro lado de la piscina, recostado en la silla como un hipopótamo, con las carnes a cada lado. Mi suegra se pasaba una crema solar al lado de su marido, pero de espaldas a mí. Laura me había animado a meterme al agua, aunque sea un rato. Yo me negué. Me duele mucho la panza, dije. Pero en realidad me daba terror pensar que estar cerca de Julia podría generarme una erección tan evidente, que mi novia se enojaría. Yo estaba, después de todo, en la sala de estar, mirando por la ventana el culo de su mejor amiga.
Julia amenazaba con meterse, pero no se mojaba. Parecía buscar que el sol la secara primero. De vez en cuando, retorcía su cuello para ...
... acomodarse el pelo. Cuando lo hacía, los cabellos negros y gruesos se movían al unísono en su espalda. Al girarse para buscar algo en su bolso, la piel elástica que la cubría no se le arrugaba ni en la cintura. Y el movimiento era tan delicado, tan suave, que parecía que bailaba. Julia tenía más tetas que Laura, pero menos tela en el bikini. Sus pezones se marcaban como timbres.
Por el marco izquierdo de la ventana, apareció Laura corriendo al lado de sus padres. Les dijo algo, y su madre asintió. Luego trotó por el borde de la pileta hasta llegar al lado de Julia. No pude escuchar qué le decía. Pero Julia también asintió. Por miedo a que me descubriera mirando a su amiga, me paré y me fui a la cocina que estaba detrás de la sala de estar.
—¡Amor! ¡Amor! —la escuché llamarme.
—¡En la cocina! —le señalé.
Apareció sobresaltada. El bretel izquierdo del vestido floreado que llevaba puesto se le había caído.
—¡Me llamaron para un trabajo! ¡Un trabajo de verdad!
—¿Me estás hablando en serio, negrita? —le dije, genuinamente contento por la noticia —. No te puedo creer. ¿La aseguradora esa?
—No. No. La firma, boludo. La firma de abogados.
Laura y yo estudiábamos abogacía. Hacía un año que yo, gracias a mi padre, había conseguido un trabajo en el Estado, mientras que ella estaba preocupada porque no conseguía nada. Teníamos veinte años y comenzábamos nuestras vidas laborales en ámbitos profesionales. Todo comenzaba a encajar como las piezas de un rompecabezas y eso nos ...