Gastón
Fecha: 21/06/2024,
Categorías:
Infidelidad
Autor: pietrorusso, Fuente: CuentoRelatos
... tenía muy aliviados. La abracé y la besé de la emoción.
—¡Me tengo que ir a una entrevista ya!
—¿Ahora, ahora?
—Ahora, ahora, ya.
—Andá, boluda. No te lo pierdas.
—Sí. ¡Sí! —dijo excitada.
Subió las escaleras haciendo un estruendo con cada pisada. Se escuchaban en toda la casa los sonidos de los placares y de los cajones de madera. Luego de un momento, la vi salir por el portón mientras gritaba sus adioses. Se subió al auto y desapareció detrás del portón.
Yo volví a la sala de estar a continuar con mis miradas. Julia ya no estaba. La busqué con los ojos, pero no había forma de encontrarla. Las únicas figuras que podía ver eran las de mi suegro y mi suegra. Por otro lado, no muy agradables que digamos. Salí hacia la pileta por mera curiosidad. Mis suegros dormían debajo de las sombrillas. El silencio de la casa de campo era estremecedor. Una briza recorría el borde de la pileta y me enfriaba los pies descalzos a la sombra del tejado. Sentí que tenía que acercarme más. El calor del sol me quemó las plantillas de los pies. Pero no me moví, porque justo en ese momento la vi.
Debajo del agua, como detrás de un cristal ondulante, Julia nadaba. El blanco de su bikini humedecido en combinación con la luz del sol daba la ilusión de que estaba desnuda. Los cabellos se le movían como una horda de peces diminutos. Los músculos de su culo temblaban como gelatina con cada patada en cámara lenta que daba debajo del agua. Creo que me vio, porque se detuvo justo en ...
... frente a mí y salió del agua.
—¿Andás de mirón? —me preguntó con una sonrisa.
El pelo se le había pegado en los hombros. Se secó la cara con las manos, y sus ojos miel me miraron. Sonreí porque no sabía qué más hacer.
—¿Me ayudás a salir? —me dijo, extendiendo la mano.
—Sí. Disculpá.
Pero, al pegar el salto, quedó tan cerca de mí que sentí el calor de su cuerpo peligrosamente cerca. Suspiré nervioso y clavé la mirada en mis suegros. Al notar que seguían durmiendo, volví a mirarla. Pero ya era demasiado tarde. Mis nervios me habían jugado una mala pasada. Julia se resbaló y terminó golpeándose la rodilla con el marco de la pileta. Escuché un gemido de dolor.
—¡Uy, Juli! ¿Estás bien?
Ambos miramos a la vez su rodilla. Estaba sangrando.
—Soy una pelotuda —se culpó.
—No. Fui yo de distraído. Vení. Sentémonos adentro, a ver si encontramos algo para ayudar.
La senté en el sillón desde el cual antes la había estado mirando. La lastimadura no parecía demasiado profunda. Pero un rayo de luz me iluminó la cabeza. Y decidí jugar por más riesgoso que fuera.
—En el tabuco hay unas vendas y Pervinox —dije, viendo cómo reaccionaba—. Voy a buscarlos. Esperá acá.
—No, boludo —dijo —. Voy con vos. A ver si mancho de sangre algo y después me cagan a pedos.
Me quedé mirándola un segundo. Era una forma de comunicarnos, como en el instante.
—Vamos. ¿Podés caminar?
—Sí.
El tabuco estaba en el patio trasero de la casa. Era el lugar en el que mi novia me ...