1. LA SUEGRA DE MI AMIGO


    Fecha: 01/07/2024, Categorías: Sexo con Maduras Autor: andy, Fuente: RelatosEróticos

    ... senos y los pezones mientras que ella recorría las partes de mi cuerpo a su alcance, con las yemas y uñas de sus dedos.
    
    Esas caricias eran electrizantes y me hacían endurecer más mi pene.
    
    Empezó a bajarme la pantaloneta, la cual no caía al suelo porque mi falo erguido no la dejaba. Con una sonrisa la destrabó.
    
    Mientras yo la apartaba con el pie, empezó a bajarse el bikini dejando a la vista un bien cuidado y artístico corte del vello púbico.
    
    Solo atiné a atraerla hacia mí colocándole mi verga entre las piernas y por debajo de su vulva.
    
    Así le levanté la cara y le di un beso en la boca hundiéndole la lengua hasta donde pude, para jugar con la suya por un largo rato.
    
    Luego le di la vuelta y empecé a besar esa nuca y espalda tan tersa, colocándole la verga entre las dos nalgas y con mis manos le acariciaba el hermoso par de tetas que tenía.
    
    Allí empezó recién a expresarse con jadeos y frases de lo más eróticas, entre suaves y fuertes, tales como “dame palmadas que estoy muy caliente”; “ponme tu tronco en el ano”; “apriétame las tetas un poco más fuertes”; “que grande y gruesa la tienes”; “te gusta mi culo…bésalo que es tuyo”.
    
    Como me di cuenta que la mayoría de expresiones se refería más al sexo anal que al vaginal, la puse con el pecho sobre la mesa y luego de hundir y sacar mi inflamada verga unas cuantas veces de su vagina, humedecí mis dedos índice y medio con los jugos de ella y míos y con suavidad se los introduje en el ano que, se ofrecía ante ...
    ... mí, contorneado por sus dos nalgas.
    
    Con movimientos de rotación y la relajación propia de Esther pude, de a pocos, introducir la cabeza y parte de los 18 cm. de verga que poseo.
    
    La acerté en mi presunción.
    
    Era increíble lo que gozaba esta mujer con una verga en el ano y, sobre todo, la forma en que trataba a su cabezón huésped.
    
    Lo comprimía o ajustaba a voluntad, lo llevaba con movimientos de rotación hacia afuera y hacia adentro.
    
    Doña Esther había sido una eximia “culeadora” que había tenido en su difunto marido o quizás, quién sabe, a otros, un maestro que le había enseñado el arte del “bien culear”.
    
    Como era de suponer, no pude resistir más de unos minutos la arrechura que tenía.
    
    Dándole unos apretones y palmadas en las nalgas, le avisé que ya iba a eyacular.
    
    Ese aviso la volvió loca y se empezó a mover y ajustar el ano y con esos apretones, pude aguantar un suficiente tiempo más para escucharle decir entre ayees de placer: “ya llego…ya llego...ahí voy”, con los consiguientes movimientos espasmódicos propios de un buen orgasmo.
    
    La llené con mi líquido seminal, el cual además fue ayudado en su salida por consistentes y seguidas contracciones de su aro anal.
    
    Cuando saqué mi verga la apoyé sobre la unión de sus nalgas y la vi prácticamente seca.
    
    No pude más y enderezando a Esther le di un largo y profundo beso en su trémula boca.
    
    Estaba aún acezante por el esfuerzo y placer alcanzado.
    
    Ernesto, me dijo, no sabes lo bien que me has hecho ...
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