Depravadita
Fecha: 04/07/2024,
Categorías:
Fantasías Eróticas
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... pensamientos, Antón insiste con la lengua y dos dedos. Sí, ahora caigo en la cuenta de que otro dedo se ha sumado al baile. Y es tan buen bailarín como el primero. Noto como ambos se mueven en armonía. Primero salen y luego entran, para terminar la secuencia con unos giros perfectos, alcanzando las zonas más sensitivas de mi interior, provocando nuevos gemidos de placer. Entonces un pensamiento invade mi mente:
“Hasta la fecha, mis mejores momentos han tenido lugar cuando el chico también recibe placer”.
Es una de mis teorías sexuales. Imagino que común a otras muchas personas. Se resume en que uno se motiva más cuando recibe lo mismo que da.
Aparto la cabeza de Antón, muy a mi pesar, pero con la certeza de que el beneficio será mayor.
ꟷ Déjame ahora a mí. ꟷle digo mirándole a los ojos, con agradecimiento en los míos.
ꟷ Lo que tú quieras. ꟷMe responde sin más.
Antes de proceder, me levanto del sofá, me quito la braguita y la camiseta delante de él. Lo hago muy despacio, regalándole una improvisada sesión de striptease, moviendo levemente el torso, las caderas y el culo, al tiempo que giro para que no pierda detalle, recogiendo mi cabello con ambas manos por la nuca. Finalmente, tomo una goma para el pelo de la mesa y la uso para hacerme una cola de caballo. Lo que viene ahora requiere la mínima distracción o molestia.
Me acerco al sofá. Él está cómodamente sentado, con la espalda apoyada en el respaldo y las piernas entreabiertas. Me arrodillo entre ...
... ellas y tiro del calzoncillo. Él mueve el culo de un lado a otro para facilitar la extracción. Finalmente lo consigo y lo tiro hacia atrás, que caiga donde caiga, me da igual. Me apresuro a tomar su verga con ambas manos. La acaricio, calculo su volumen y estimo que cabrá en mi boca con cierta facilidad, pese a tener unas proporciones mucho más que generosas. Me siento la mujer más afortunada del mundo por ello.
Comienzo con un breve masaje arriba y abajo, cinco o seis veces, con la mano derecha, mientras palpo los testículos con la izquierda. Luego poso los labios cerrados en el glande. Más que nada es un beso. Los abro y abarco la cabezota, apretando ligeramente al tiempo que succiono con cierto ímpetu.
“¡Dios, que ganas tengo de comerme este trozo de carne!”.
Lo engullo por completo, hasta que el glande me alcanza la campanilla y mis labios rozan sus pelotas. Apenas me llega para respirar. La meto y la saco para tomar aire cuando puedo, método poco eficiente, pero me basta para no asfixiarme. Su sabor es una mezcla entre ácido y salado. No es de extrañar teniendo en cuenta la situación, el calor y el tiempo que ha pasado con ella dentro del calzoncillo desde que se duchó.
“Esto ahora no importa”, me digo a mí misma a modo de ánimo, aunque no ando escasa de ello. Todo lo contrario.
Finalmente, la saliva segregada en mi boca disipa el sabor y facilita la felación. No obstante, reprimo el ímpetu por miedo a que se corra en mi boca, antes de tiempo, antes de que me ...