Vuelo nocturno (II)
Fecha: 03/09/2024,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Gargola, Fuente: CuentoRelatos
... cierto modo estoy agradecida porque “nuestra” vida matrimonial ha subido de nivel, no sólo en el ámbito sexual, sino en la conciliación familiar y en nuestra relación de pareja.
A los cincuenta el sexo sigue siendo algo indispensable, ahora bien, la monotonía, la falta de alicientes y el dar muchas cosas por sentadas suprime la palpable chispa de esos primeros años de relación. Llega a convertirse más en una necesidad fisiológica sin otros incentivos que los que te pide el cuerpo por esa misma vía. Nos nutrimos de fantasías para colmar ese hueco que se ha vaciado en el transcurso de los años, por ello, bienvenidas sean si logran llenar ese vacío. De ahí que desde ese sábado nuestra actividad sexual se haya duplicado en cantidad y en calidad. Pero, del mismo modo, al tiempo que ese ensueño alimenta la relación, también va aguijoneando mi integridad y ahora, a menudo, cuando estoy sola me masturbo para acallar la indecorosa vocecita que aporrea dentro mi cabeza. No siempre es fácil, como por ejemplo ahora.
Cuando vengo de un viaje suelo tomarme un día sabático con el fin exclusivo de dedicármelo a mí misma, y con ello aprovecho para descansar, salir de compras, leer o cualquier otra cosa intrascendente que me haga sentir bien. Hoy es uno de esos días.
Me doy una ducha, me acicalo y me pongo un vestido suelto, pero en el que se delinean mis formas. En realidad no sé lo que espero, ni tampoco estoy segura de saber qué es lo que quiero. Sólo sé que la vocecita me habla y ...
... tira de mí sin saber si es hacia la complacencia o hacia el abismo. No quiero pensar que van cogidas de la mano. Ya lo hice una vez y todo fue miel sobre hojuelas.
Son las doce del mediodía. Deambulo por el barrio del Carmen. Sé a donde me dirijo. Estoy de espaldas a la puerta un poco nerviosa, pero el paso ya está dado. Abro la puerta del local con decisión y compruebo que no hay ningún cliente todavía. Aún es pronto para las comidas. El muchacho está limpiando el suelo con la fregona y se detiene un momento para quedarse mirándome fijamente. Mi compañero de vuelo está detrás de la barra secando unos vasos. Me observa, me sonríe y el muchacho entiende que busco a su jefe, y por consiguiente, continua con sus tareas.
Avanzo hasta la barra y le saludo con un “hola” que me es correspondido con otro al que acompaña una ladina sonrisa.
—¿Te pongo algún entrante o quieres pasar directamente al plato principal? —me pregunta sin dejar su tarea de secado. Me sonrojo un momento, pero entiendo que no tengo por qué. Sé a lo que he venido y no quiero mostrar signos de flaqueza. Los dos sabemos lo que queremos.
—Pasemos al plato principal, —le propongo con diligencia. A continuación deja el seca manos en la barra, se quita el delantal y me hace pasar hacia adentro. El muchacho nos observa e imagino que ahora entiende lo que ocurre, pero no dice nada y sigue con sus tareas.
Es una pequeña habitación que hace de almacén con la única luz mortecina que una vieja bombilla en el ...