Vuelo nocturno (II)
Fecha: 03/09/2024,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Gargola, Fuente: CuentoRelatos
... techo arroja. Hay unos estantes con botes, comida, fruta y otros enseres culinarios. Una mesa en el centro con una caja creo que servirá para nuestro propósito.
El hombre me coge de la cintra y me atrae con sus manazas hasta él acercando su boca a la mía al tiempo que sus manos descienden hasta mis nalgas a través de la fina tela del vestido.
—Sabía que vendrías, zorra, —me dice. —No he dejado de pensar en ti desde aquel día en al avión, y el otro día, cuando viniste con tu marido supe que volvería a follarte.
—¿Y a qué esperas, cabrón? —le pregunto sintiendo como sus manos estrujan mis nalgas al tiempo que restriega su entrepierna por mi sexo.
El energúmeno me da la vuelta en un arrebato. Echa la caja al suelo, me inclina sobre la mesa, me levanta el vestido, me baja las bragas de un tirón y hunde su cabeza entre mis nalgas olisqueando, lamiendo y deleitándose con mis caldos.
—Menudo culazo tienes, joder, —oigo por lo bajo.
Abro las piernas para facilitar la labor de su lengua y noto un dedo hundiéndose en mi raja. Ésta empieza a segregar fluidos que van deslizándose en su mano. Noto la presión de otro dedo que se une a la fiesta y un tercero que me hace exhalar un leve, pero placentero grito. Mientras tanto, su lengua recorre mi ano al tiempo que con las tres extremidades me folla con insistencia, y sé que si sigue así me correré rápido. Mis gemidos me delatan. Mi compañero de vuelo se pone en pie, se baja los pantalones, me da dos enérgicos azotes en las ...
... nalgas, posiciona su verga a la entrada de mi sexo y me penetra despacio, por lo que exhalo un elocuente gemido al mismo tiempo que la barra de carne avanza impertérrita hacia las profundidades.
Siento como me llena por completo. Mis carnes se abren para albergar el obús y le pido que me folle. Sus manos se aferran a mis caderas y empiezo a sentir las acometidas de mi empotrador. Muevo el culo inducida por el placer y nuestros gemidos se tornan en gritos lujuriosos e impúdicos. Los sonoros azotes en mis nalgas se convierten en hostias con saña con la pretensión de dejarme las nalgas en carne viva. Me gusta su rudeza y los improperios que salen de su boca alimentan mi morbo, de ahí que estalle en un grito al que le suceden otros muchos sin que mi follador se detenga. No puedo parar de correrme, ni tampoco dejar de gritar. No sé si estoy con el mismo orgasmo o si los estoy encadenando de forma ininterrumpida.
Levanto la cabeza y veo que el joven está a dos metros de mí masturbándose mientras contempla la pornográfica escena. Ni siquiera puedo procesar el hecho de que me estén observando mientras follamos. Al dueño del establecimiento tampoco parece importarle demasiado su presencia y sigue empitonándome como si le fuera la vida en ello, y en vista de nuestra pasividad al respecto, el voyeur se me acerca y me planta su enhiesta verga en la boca. Debería reaccionar, oponerme al menos, pero no puedo, de hecho, tampoco quiero. El morbo me atrapa en sus fauces y tampoco quiero ...