38.2 El relato de María
Fecha: 25/10/2018,
Categorías:
Gays
Autor: Albany, Fuente: CuentoRelatos
Cuando despierto no me puedo mover, Rafael está abrazándome por detrás como quedamos anoche, siento su fuerte erección en mis glúteos, separo su brazo de mí, no le quiero despertar, pero abre sus ojos:
—¿Tienes que marchar ya? –vuelve a abrazarme para retenerme junto a él.
—Es mi horario, tú puedes quedarte hasta que lo desees y luego cerrar la puerta sin más, o pedirle al padre de Rayhan que la cierre. Duerme y déjame levantar.
No me atiende y también se levanta, va al baño a descargar la orina que atormenta su vejiga, yo voy detrás de él para lavarme la cara y afeitarme.
Después de desayunar un té con leche y galletas, me despido de Rafael.
El día está más triste que ayer, hay más nubes, aunque ahora no llueve. Miro a mi alrededor buscando al padre de Ray para pedirle que cierre la puerta cuando Rafael marche, como no está visible me acerco al local donde es seguro que esté.
Durante el viaje comienza a llover con fuerza, la velocidad del automóvil y el viento que hace estrellan el agua contra el parabrisas e impiden una visión clara de la carretera.
Salgo de una reunión un poco molesto por la actitud de André con el jefe del laboratorio, me dirijo sin más hacia mi despacho dejándoles en su discusión cuando suena mi móvil, sufro un estremecimiento por el horrible presentimiento que me viene a la mente.
Es Raúl el que me llama y me quedo sin aliento, esperando sus palabras que no llegan, creo que solloza y tiene la voz estrangulada, se cuáles van a ...
... ser sus palabras y la congoja me atrapa, me estruja el corazón hasta quitarme el aliento.
—Daniel, me ha pedido María que te llame. –no es necesario que siga hablando y además no puede, soy yo el que tengo que consolarle, me levanto de la mesa ante la mirada asustada de Elie y me voy a los aseos.
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Resumen de lo que Raúl me transmite de María, relatado en primera persona.
Lo inevitable estaba aceptado por todos, habían sido unos días de horrible sufrimiento y era un esfuerzo constante el no llorar nuestro desconsuelo. Excepto Ana, toda su familia estuvimos con él esa noche, nuestro padre, los tíos y Gonzalo con sus abuelos.
Nos sonrió antes de que volvieran a dormirle definitivamente y pidieron que saliéramos, cuando nos invitaron a entrar de nuevo yacía tranquilo en la cama, como si estuviera en su sueño del que pudiera despertar en cualquier momento.
Estuvimos algunos minutos sin hablar, cogía la mano de Gonzalo que temblaba más que yo. La tía quiso cumplir con su última obligación, como madre nuestra que siempre había sido y nos pidieron que volviéramos a salir de la habitación, le iban a lavar y vestir por última vez, quedaron solos la tía y Gonzalo con un enfermero que les ayudaría.
Nos retiramos a las habitaciones que nos habían dispuesto allí mismo, en la residencia de los abuelos de Gonzalo, alguien se compadeció de mí para que después de mis lágrimas me durmiera durante unas horas.
Me bañé y fui al salón principal, la abuela de Gonzalo ...