Doña Gadea
Fecha: 12/09/2024,
Categorías:
Lesbianas
Autor: Rosa1972, Fuente: CuentoRelatos
... de la policía local pedía con un megáfono que todo el mundo asegurase puertas y ventanas. No eran ni las tres y ya parecía de noche. Al día siguiente era festivo, me acerqué al portal de mi casa y llamé a Gadea para ver si necesitaba algo del supermercado. Me transmitió su preocupación por el tiempo y me pidió algunas cosas. También me avisó que mis padres no vendrían a cenar conmigo. Es que ella tenía teléfono en casa y yo no, y ella misma, un domingo, le había dado el número a mi padre por si necesitaba algo. Una hora más tarde llegaba al cuarto piso tras trepar escaleras arriba con un montón de bolsas, estaba empapada. Gadea me invitó a comer con ella así que fui a mi casa a cambiarme. Me di una ducha caliente y me puse una sudadera gris sin sujetador y mi minifalda más corta con pantys negros muy transparentes y sin nada debajo. Ella tenía unas mallas grises muy ajustadas y un jersey de lana con arbolitos de Navidad.
No era una gran cocinera, la verdad, no lo recuerdo, pero supongo que tomaríamos alguna sopa o lasaña precocinada o algo así. Lo que si recuerdo es que bajo sus mallas se marcaba perfectamente uno de mis tangas. No reprimí mi fascinación por aquel culito tan bien hecho contoneándose por toda la cocina para prepararme un café después de comer.
-Guau. Te estás acostumbrado a usar tanga.
Se dio la vuelta sonriéndome y pretendiendo cierto rubor.
-Qué vergüenza, aún no te los he devuelto, me encantan. Nunca creí que me resultasen tan ...
... cómodos.
-Quédatelos, yo tengo muchos. Considéralo un regalo.
-Te lo agradezco, porque yo no me atrevo a pedir esto en una tienda.
-Otra vez estás con eso, pero si eres una jovencita, todas llevamos tanga ahora.
-Tú me comprarías algunos? tienes muy buen gusto para la ropa.
Debo aclarar, sobre todo para la gente más joven, que la venta de ropa en grandes superficies es algo relativamente reciente, al menos en Galicia. En esa época si querías ropa o lencería tenías que ir a una tienda y pedirla.
Acepté y le pedí un favor a cambio. La lámpara de mi cocina ya no encendía, había comprado una nueva y esperaba que mi padre me la cambiase, pero mis padres no iban a venir y tendría que hacerlo yo. En cuanto ella pudo cruzamos a mi casa con el interfono para escuchar si el pequeño lloraba. Doña Gadea debía sujetarme mientras yo, subida a una silla e intentaba cambiar la lámpara. A esa hora ya estábamos en penumbra, encendí la luz de la entrada para que iluminase lo mejor posible la cocina. Puse unas velas sobre la mesa y con cuidado me subí a la silla. Gadea bromeaba con la falta que nos haría un hombre en aquel momento y me rogaba que tuviese cuidado. Me sujetaba por las rodillas, no se atrevía a agarrarme más arriba y yo no conseguía acertar con la lámpara en los enganches. Le dije que o me agarraba bien o lo dejábamos y por fin subió sus manos un poco más arriba, yo se las agarré y las puse sobre lo más alto de mis muslos, casi en las nalgas. Me gustó, realmente no quería caerme, ...