Doña Gadea
Fecha: 12/09/2024,
Categorías:
Lesbianas
Autor: Rosa1972, Fuente: CuentoRelatos
... que me encantaba. Gadea bajó a buscar el aparato para escuchar a su hijo, si se despertaba de la siesta, y nos pusimos a tomar el sol completamente desnudas. Nos untamos bronceador por todo el cuerpo y Gadea bromeó con que tendría que hacerme algo para que no me fuese a trabajar demasiado cachonda. Todavía quedaba un mes largo para que llegasen los primeros turistas y más viviendas estuviesen ocupadas, pero Gadea me dijo que guardaba esas llaves a buen recaudo para que nadie pudiese subir allí. Eso sí, pronto tendríamos que compartirlo con su hermana, que desde que supo de su existencia, años atrás, se autoinvitaba todos los días que no iba a la playa. A mí esto me excitó más de lo que ya estaba, pretendí no darle importancia e incluso le comenté a Gadea que clase de hermana no te visita nunca y lo hace para tomar el sol. Ella me pidió paciencia y me dijo que, de momento íbamos a aprovechar nosotras la azotea. Nos reímos un rato porque Gadea quería besarme, pero yo tenía bronceador por todo el cuerpo, salvo el interior de mi coño, y no se quedó sin besarme, movió las colchonetas y me hizo un trabajito digno de un Oscar, no sé si sería el aire libre, el sol, el olor a bronceador o el calor que irradiaban los ladrillos y el suelo de la azotea, pero de muchas pajas que me han hecho esa está entre las mejores.
En cuanto disfruté de mi orgasmo me entraron unas ganas tremendas de mear, mi jefe me había invitado a una cerveza y me comí media sandia. Para no bajar al baño me ...
... acerque a la esquina de la azotea, donde había un desagüe, Gadea me hizo un gesto y me dijo que aquello sería un desperdicio, me obligó a mear de pie y ella se puso a mis pies, con el torso incorporado, apoyada en sus codos y antebrazos y esa cara de viciosa que tanto me asustaba y la boca entreabierta. Yo estuve meando más de medio minuto, la rocié toda, cara, brazos, pechos... me producía dolor de estómago esa excitación por tener a aquella mujer sumisa a mis pies, gozando mi cerveza y mi sandia, me daba miedo mirarla a los ojos, aunque ella buscaba los míos con el mismo ahínco con que yo trataba de alejar el chorro de mi meada de su boca, que lo perseguía con vicio. Esa mirada asustaba, porque venía de una dulce mamá treintañera como tantas que te puedes encontrar en cualquier parque, y sin embargo mi dulce profesora empezaba a estar cada vez más obsesionada con el sexo, cada vez hacíamos cosas más extrañas.
No soy tonta, sé que una lluvia dorada no es nada que no hayamos hecho todas alguna vez, pero algo me decía que placer y dolor estaban demasiado cerca para ella. Un día, me había sorprendido mientras cada una tendía la ropa desde su lado del patio, se levantó la camiseta y se puso dos pinzas en los pezones un buen rato, yo la disculpaba diciéndome que estaba despertando al sexo después de años de reprimirse, pero ya empezaba a tener mis dudas. El caso es que yo no era de piedra ni una santa y vivía ese miedo muy a gusto, había mucho morbo.
Capítulo 14
Fue por ...