Doña Gadea
Fecha: 12/09/2024,
Categorías:
Lesbianas
Autor: Rosa1972, Fuente: CuentoRelatos
... aquellos días que había caído en mis manos un catálogo de un sex-shop de Barcelona, todo lo que había en él costaba un ojo de la cara, pero ponía en letras bien grandes que los envíos se hacían en un paquete discreto y solo un apartado de correos aparecía como remitente. Había muchas cosas que me gustaban, pero pensé en sorprender a Gadea con un enorme vibrador azul con forma de pene. Tardó más de una semana en llegar, como yo nunca estaba en casa le dejé dinero a Gadea para pagar el reembolso y le dije que en cuanto llegase lo abriera, pero solo si estaba sola.
Una mañana a eso de las once sonó el teléfono en el trabajo y escuché un "la virgen" al otro lado del auricular. Nunca le había oído algo así a Gadea. Me la imaginé con la boca abierta. Yo no podía ir a comer y le pregunté si sería capaz de aguantarse hasta la noche sin probarlo.
Me prometió que sí, pero me llamó varias veces para recordarme que comprase pilas. Cuando llegué por la noche también me impresioné con su tamaño, no sé me había ocurrido comprobar las medidas en el catálogo, Gadea lo tenía sobre la mesa del salón y sus ojos brillaban de deseo. Me comió a besos y me agradeció el detalle mil veces. A mí, aun siendo lesbiana, también me excitaba el tacto tan suave que tenía, además creo que los vibradores son cada vez peores y aquel resultó ser una maravilla, mejor así porque tendría que trabajar realmente duro. Cincuenta veces me repitió Gadea que cuando su marido estuviese en casa yo tenía que ...
... guardárselo.
Los siguientes días todo nuestro sexo giraba alrededor del artilugio, habíamos abandonado un poco nuestros culitos y lo que se llevaba era llenar nuestras vaginas con aquella porra vibradora. Gadea compraba pilas de manera compulsiva y volvía loco al señor de la tienda para que le diese las más potentes.
Su hermana Elena, a la que Gadea me obligó a dejar de llamar Doña Perfección, empezó a pasarse para disfrutar del solárium de su hermana, venía un par de horas por la tarde, en principio no debíamos coincidir salvo sábados y domingos. Gadea me dijo que si yo estaba en casa quería que subiese con ellas, yo le hice ver que podía sospechar que había algo entre nosotras, pero ella contestó que claro que lo había, una gran amistad.
Yo me ponía cachondisima cada tarde de pensar que estaban las dos allí arriba desnudas y luego por la noche Gadea me contaba hasta el mínimo detalle del cuerpo de su hermana. Tenía unos orgasmos brutales.
El primer día que coincidimos las tres, yo me puse de acuerdo con Gadea en que la mantendríamos a raya si intentaba menospreciar a alguna de las dos. Me excitaba mucho la idea de pasar la tarde con ellas, pero, me conozco, y no iba a aguantarle ninguna impertinencia a Elena.
El sábado, a eso de las cuatro, apareció. Nos dimos dos besos y Gadea insistió en que le enseñase mi casa mientras su hijo no agarraba el sueño. Así hice, pero rezaba para que el pequeño durmiese la siesta lo antes posible. A solas, Elena no era tan difícil de ...