Doña Gadea
Fecha: 12/09/2024,
Categorías:
Lesbianas
Autor: Rosa1972, Fuente: CuentoRelatos
... digerir como rodeada por las lobas que tenía por amigas, aun así yo no me fiaba. Tras enseñarle la casa nos sentamos en mi salón a tomar una Coca-Cola. Traía un sombrero muy bonito y un vestido rosa tipo saco, que no le favorecía mucho. En algún lugar se había puesto morena ya, porque su piel estaba mucho más oscura que la mía. El insulso vestido no me dejaba ver si el culo y las caderas que le recordaba seguían allí, pero sus piernas estaban tan bien hechas como las de Gadea, solo que un poco más gruesas. En realidad, se parecía muchísimo a su hermana, especialmente de cara, solo que Gadea era pelirroja y con muchas pecas y Elena la versión latina, no estaba gorda, pero si muy maciza.
A mí me trataba con cierta distancia, pero no superioridad. Creo que le intrigaba que hacía su hermana con una amiga como yo, con la que no tenía nada que ver.
Al final se nos unió Gadea y subimos a tomar el sol, ella misma rompió el hielo y se quitó la primera el bikini. Nos desnudamos Elena y yo también y no pudimos evitar observarnos las unas a las otras. A Elena se le caían los ojos viendo nuestros coños depilados, ella no llevaba nada más que unas bragas bajo el vestido y pude ver las rotundas caderas que tenía, su famoso culo, que tanto había calentado a su hermana años atrás, estaba muy bien, la verdad, era grande, no diría que enorme, pero tenía un buen melocotón. Tenía un poquito de barriga, pero le quedaba bien, no tenía hijos y enseguida nos hizo saber que le encantaban sus ...
... pechos mientras los untaba de crema. Enseguida me di cuenta de que le encantaba hablar de sexo, hacía comentarios como que con sus tetas habían conquistado a su marido por ella o que lo único malo de su culo era que necesitaba un espejo para vérselo bien. Gadea estaba exultante, las dos hablaban por los codos, yo, tumbada en medio, me limitaba a contestar cuando me preguntaban algo. El momento de ponernos crema me había subido la tensión. Había embadurnado la espalda de Elena mientras ella alagaba mi precioso coñito, que ya empezaba a ponerse ligeramente moreno. Gadea hablaba de mi con tal pasión que me preocupaba que se le escapase lo nuestro, todo eran elogios hacia lo buena vendedora que era, lo mucho que le ayudaba con el pequeño, lo amables y buenos que eran mis padres. En fin, que, para ponerse a la altura de su hermana, en lo que a comentarios sexuales se refiere, dijo algo así como que hoy en día, por quince mil pesetas teníamos un marido a pilas disponible veinticuatro horas.
Su hermana cazó el comentario al vuelo y se irguió de la colchoneta preguntándose si había entendido bien. Y si, Gadea no lo negó, en el fondo estaba deseando contarle a su hermanita mayor, que ella, la modosita, el patito feo, tenía a su disposición una polla incansable que la tenía feliz los siete días de la semana. La misma mirada de vicio que le conocía a Gadea la vi en los ojos de su hermana mayor. Ya sólo esperaba el momento de bajar y poder verla. Yo me atreví a meterme en la conversación ...