1. Apuestas arriesgadas


    Fecha: 29/09/2024, Categorías: Confesiones Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... contemplándola indecente.
    
    Una sombra inquieta despertó en mí un terrible pensamiento que al mismo tiempo provocó un delirante estremecimiento que me sacudió por dentro. Intenté contener las palabras, refrenar ese impulso que me invitaba a lanzarme al abismo, pero tenía que saberlo.
    
    -Cris...-dije, casi sin aliento, temblando por la excitación y el miedo. Sentía su mirada atenta clavada en mí, tal vez sorprendida, porque jamás la llamaba cuando estábamos entregados en la faena. Su mejilla acariciaba tiernamente el tronco de mi polla, como si fuera una gata haciendo arrumacos.
    
    - ¿Alguna vez te has tocado pensando en tu padre?
    
    La pregunta me dejó sin resuello apenas, e incluso sentía las piernas temblorosas, no sé si por las oscuras implicaciones de la respuesta que ansiaba y temía recibir, o por la consternación de que empezaba a descubrir la verdad que se cobijaba tras aquella límpida mirada marina.
    
    -Sí.
    
    Se reanudaron los besos y lamidas, como si fuera la cosa más normal que se dijera entre sí una pareja.
    
    - ¿Y él…, te ha visto…, tocarte?
    
    Se levantó, colocándose a mi lado, acariciando con sus nalgas el dorsal de mi mano y se enfrentó a mí vestida de oscuridad,
    
    -Sí.
    
    La contundencia de su respuesta me paralizó, y un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Sentía las piernas flácidas y las manos temblorosas, impotente para articular palabra alguna.
    
    Fue Cris la que tomó las riendas de la situación, y cuando quise darme cuenta, me encontraba tumbado ...
    ... en una especie de amplio sofá, con ella situándose encima de mi cuerpo excitado.
    
    Intenté reaccionar, dar sentido al torrente de pensamientos e inquietudes que brincaban furiosos dentro de mi atormentado espíritu, sin embargo, enmudecí cuando el mástil carnal que ella tanto deseaba se fue hundiendo en su interior incendiario y húmedo.
    
    Ahogó un gemido junto a mi oído, y fue cabalgándome a su antojo, dándose impulso con una mano apoyada sobre mi febril pecho, restallando las prietas nalgas contra mis muslos.
    
    - ¿No es esto lo que tanto querías, Carlos? -me preguntó ella, mentón contra mentón, mientras continuaba porfiando en su empresa, alzando la cintura y dejándose caer levemente.
    
    -Sí…-acerté a responder, mientras el coño de Cris continuaba dejándome inerme y atenazado por la lujuria y el placer.
    
    Creí adivinar la sonrisa que se dibujó en sus labios y mientras su cintura empezó a contornearse, retorciéndose y aferrándose a mi polla, y yo comenzaba a sentir como el delirio de mis sentidos atormentados me arrastraban hacia el orgasmo, ella continuó diciendo, entre gemidos y jadeos.
    
    -Como tú, nadie me ha follado ni tocado.
    
    Súbitamente, ella se alzó y se alejó de mí, a lo cual protesté como si fuera un niño al que le quitan un caramelo e intenté buscarla en la oscuridad, fútilmente.
    
    - ¡Cris!, no me puedes dejar así-le reproché, ofuscado.
    
    -Nos quedamos así ambos-rectificó ella, con una risa cristalina, pero que a mí se me antojó cruel y despiada-lo mejor, ...
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