Una joven predicando llamó a mi puerta
Fecha: 29/09/2024,
Categorías:
Fantasías Eróticas
Autor: MathewDream, Fuente: CuentoRelatos
... un leve gemido me hizo estremecer. No sabía si había empezado. Pero imaginaba que si su queja era que no podía hacerlo con calma, se iba a recrear bastante.
Me pareció escuchar algún gemido más.
Notaba que las ondas sonoras se colaban por mi canal auditivo, acariciaban mi cerebro y comenzaban a producirme una inevitable erección, y lo que es peor, me tentaban a acercarme a la puerta y pegar bien la oreja en busca de una mejora en la calidad o volumen del audio.
Me acerqué unos pasos, con mucho sigilo.
De pronto oí pasos también al otro lado, la puerta se abrió y Helena se asomó dejándome ver unas bragas oscuras y unos bonitos y abultados pechos que tapaba con su brazo, haciendo que se deformaran sensualmente, desbordándose por arriba y por debajo de su sujeción
Creí que me había adivinado las intenciones y había sido descubierto, sin embargo…
–Me cuesta un poco concentrarme. –Me dijo mientras su respiración acelerada hacía subir y bajar su busto y su cuerpo parecía desprender calor.
Y clavó su mirada unos segundos en el evidente bulto que se notaba bajo mi pantalón de chándal de estar por casa.
–¿Te apetece entrar conmigo y mirar como lo hago? Es que… Creo que me pone un poco la idea. –Dijo con un tono de voz entre sensual e intrigante.
Lógicamente acepté sin pensármelo.
Me moría por captar esos tonos tan eróticos de sin que hubiera pared de ladrillos y yeso que los silenciara. Me encantaba esa voz y gemidos como los de antes que me atravesaban ...
... el cuerpo como una flecha. Y claro está, obviamente también estaba loco por ver como su cuerpo desnudo, con sus virtudes y sus imperfecciones, se retorcía mientras se daba placer sin complejos.
Fue así como acabé ante una escena similar a la de mi sueño, solo que Helena no me llamaba pervertido ni trataba de echarme. En su lugar apartaba su ropa interior para tener acceso directo digital a su clítoris mientras se sentaba al borde de la cama con sus piernas subidas al colchón y me miraba directamente con mirada obscena, la boca abierta y la lengua ligeramente fuera.
Se masturbaba extasiada, con rapidez, chapoteando con sus dedos y golpeando a veces su clítoris con la palma de su mano mientras ronroneaba y me envolvía con aquel acto que me hacía temblar de deseo. Aun así me quedé quieto. Firme e imperturbable. Aunque con aquella evidente y palpitante erección, que casi dolía.
Me pidió que me quitara la camiseta.
El glande, enrojecido y esponjoso, ya no cabía en el espacio de mi ropa interior y asomó al exterior sobrepasando la goma del pantalón.
Y ella se mojaba y se masturbaba de manera que me pareció descontrolada.
–Uff, no puedo más, sácatela, quiero ver cómo te haces una paja y correrme ya.
–¿Tan pronto? Creí que querías disfrutar un buen rato sin que te interrumpieran. –Le dije dándome cuenta que no habían pasado ni cinco minutos.
–No puedo más, luego te dejaré hacer conmigo lo que quieras, pero ahora no puedo parar. –Me dijo con lujuria desenfrenada ...