El bosque de limoneros
Fecha: 04/10/2024,
Categorías:
Incesto
Autor: Lima, Fuente: CuentoRelatos
... coño entreabierto contra él, estaba calentito a pesar del agua. Me abracé fuerte a la chimenea y respiré hondo, el huevo comenzó a matarme de placer, golpeaba las paredes de mi útero e incluso se acercaba a la entrada de mi coño y notaba como rebotaba contra el cemento. Mis piernas colgando no me dejaban disfrutar y acerqué una tumbona y un taburete para apoyarlas. Me sentía la reina del mundo, cabalgando la noche sobre la azotea de mi amada casa, completamente desnuda bajo un campo de estrellas, muriéndome de placer, abrazada a la chimenea, moviendo ligeramente mis caderas para frotar un casi nada mi coño abierto sobre los poros del húmedo cemento. Flotaba, solo sentía mis brazos asirse a la chimenea, el resto de mi cuerpo no pesaba, giraba alrededor de mi coño que destilaba néctar sin parar, confiado en que en esa postura podía disfrutar horas y horas sin correrse. Por mi mente pasaban todo tipo de cosas. Me imaginé paseándome desnuda por el súper mientras el chaval se hacía una paja sobre el mostrador, me imaginé rodeada de chicas, besando y lamiendo mis piernas, sobre todo mis muslos, poco a poco fui poniéndoles cara, una profesora de mi hijo muy guapa, pelirroja y muy delgadita, pero con una boca que siempre me excitaba cuando la veía, alguna compañera de trabajo y por supuesto, Bea, la sacerdotisa que llegado el momento las apartaba a todas y se colocaba entre mis piernas para que me orinase sobre su cara y empapase todo su cuerpo. La noche, aquel cemento entre mis ...
... piernas, los olores, el huevo vibrando dentro de mi coño, se me fue la cabeza. ¿Quién no ha hecho alguna burrada en un momento así?
Me avergüenza profundamente todo lo que hice ocurrir desde que desenredé mis brazos de la chimenea y me acomodé en la tumbona donde nadie podía verme. El incesto me parece algo horrible, algo que nunca debería suceder, pero aquel día, aquella noche, me sentía tan lejos de todo, tan lejos de todos, tan naufraga, que el censor que todos llevamos dentro se tomó el día libre.
Alguna vez mientras me masturbaba había fantaseado un poco con mi hijo Pablo y María, la hija de Bea. Bea y yo siempre bromeamos con lo que nos gustaría ser consuegras, su hija es una de esas chicas, como casi todas hoy, preocupada solo y por nada más que su imagen. Melena morena siempre alisada, se cambia de ropa veinte veces al día, a sus años, diecinueve, lleva el bolso lleno de cremas y por supuesto odia lo mejor que tiene, su cuerpo. Por suerte nunca se le ha dado por no comer, ella se ve gorda pero lo que tiene es un cuerpo de escándalo. Los genes de su madre han dibujado un culo y unas caderas que una viciosa como yo nunca podría pasar por alto. ¡Que tortura!, en verano intentar evitar no comerse con los ojos esas nalgas apretadas por el bikini tanga, esa espalda bronceada, color arena como su madre. Una vez Bea me pilló mirándole las tetas, que se parecen más a las mías que a las suyas, digo por el tamaño, yo reaccioné susurrando en su oído la pregunta de ¿de dónde ...