El bosque de limoneros
Fecha: 04/10/2024,
Categorías:
Incesto
Autor: Lima, Fuente: CuentoRelatos
... sobre el césped no me molestaba lo calentita que estaba la casa. Me di un paseo, por toda ella, me paré delante de todos los espejos. Me maravilla cada vez más el tamaño de los labios de mi coño, como asoman y se retuercen, quizás sea porque juego mucho con ellos, me los pellizco, me los estiro como si fuesen los pétalos de una flor. Nunca me atrevería, pero para ir a una playa nudista tendría que dejarme crecer el vello varios meses porque una cosa es pasearse desnuda y otra muy distinta hacerlo como yo aquella noche, con mi coño todavía abierto, guardando la ausencia del limón y aquellas dos alas de mariposa listas para echar a volar.
Fue mientras preparaba la cena, mientras los langostinos chisporroteaban sobre la plancha cuando me di cuenta de que estaba enamorada. Así, de repente, me di cuenta de que había perdido cualquier tipo de ilusión sobre el futuro que no tuviese que ver con Bea. Los humanos funcionamos así, necesitamos objetivos, encontrar motivación para arrastrarnos por el día a día, sobrevivir a un domingo por la noche cada siete días. No era un enamoramiento pavisoso y adolescente, me excitaba con muchas mujeres, pero con Bea era distinto. Creo que podría vivir con ella sin acostarnos, sería una pena y un desperdicio, pero sería capaz.
Lo reconozco me puse romántica mientras cenaba, la loba que llevo dentro se tomó un par de horas libres, mi coño iba a su aire, puse perdida la silla y fue el notar como mis nalgas empezaban a resbalar sobre la madera ...
... lo que encendió la chispa de nuevo. Me puse de rodillas en el suelo y lamí mi asiento.
Me di un paseo por toda la casa, subí al segundo piso donde las ventanas estaban abiertas y empezaba a correr algo de brisa. Podía notar el calor que desprendían las paredes y el suelo. El silencio de la tarde iba dejando paso al estruendo de grillos y otros insectos que comenzaban a vivir tras la puesta de sol. La tarima del suelo empezaba, como cada noche, a crujir relajándose tras haberse dilatado durante todo el día.
Entré en mi habitación y saqué del cajón mi juguete preferido, un huevo de silicona. Lo puse en marcha sobre la mesita de noche para verlo un rato. Más que vibrar saltaba. Lo rodeé de libros para que no se cayese y me entretuve jugando un rato con mi culo o intentándolo al menos porque no me es fácil llegar a él.
Dudé si atreverme o no, pero al final cogí una botella de agua y salí desnuda a la azotea. La improbable posibilidad de que alguien pudiese verme si estaba de pie lo hacía más apetecible aún. A un lado de la azotea estaba la chimenea redonda de la antigua cocina y perpendicular a ella arrancaba un pequeño muro de ladrillo de un metro de altura que pasaba junto a un viejo depósito de agua. Su parte superior estaba rematada en cemento y hacía como un semicírculo. Metí el huevo en mi coño, lo encendí y limpié bien con agua el cemento sobre el que iba a subirme. El olor inconfundible del agua en contacto con los poros del cemento me excitó, me subí y sellé mi ...