El bosque de limoneros
Fecha: 04/10/2024,
Categorías:
Incesto
Autor: Lima, Fuente: CuentoRelatos
... menopausia llegue, que llegará, estará en su plenitud para poner de su parte lo que vaya faltando en otros sitios.
Me muero de ganas por saber si soy solo yo la que es capaz de ver y sentir como si fuesen reales aquellas dos caras sumergiéndose entre las piernas de su madre, lamiendo su culo, besando con sus labios los labios del coño materno, abrazándose fuerte a sus muslos.
Bea es la única persona con la que me atrevería a compartir algo así, ¡y me gustaría tanto hablarlo con ella!, pero, ¿cómo le explico que me corrí imaginándome a María abriendo las nalgas de su madre para que Vanessa le metiese el dedo corazón por el culo y la follase por detrás hasta reventarla de placer?
Me arrastré escaleras abajo, con mis piernas temblando, reviviendo una y otra vez el hecho de que me había imaginado lamiendo el semen de mi hijo de la cara de María. Caí rendida sobre mi cama, no tuve fuerza ni para ducharme, conseguí abstraerme un poco de toda mi locura cuando saqué el huevo de mi coño. En mi vida he visto nada igual. Siempre he creído que lo de la eyaculación femenina es una chorrada, pero si todo lo que salió de mi chocho en ese momento hubiese salido cuando me corrí, se le podría haber llamado así. Por cansada que estaba no podía desaprovechar todo aquello. Primero me metí el huevo en la boca y luego como si de un bote de mermelada se tratase iba rebañando con mis dedos el viscoso jugo que fluía desde mi coño hacia mi ojete. Descubrí en mi boca y nariz sabores y aromas ...
... que ni siquiera conocía. Intenté dormir, pero no pude. Me puse las bragas de cuando tengo la regla porque tenía las ingles empapadas y estaba incomoda.
Pero Bea no iba a dejarme sola. Dejó la concurrida azotea y se bajó a dormir conmigo. No tardó nada en quitarme las bragas. Me sonreía como si ella supiese algo que yo no sabía. No dijo nada más que: ahora te toca a ti. Abrió la puerta para que Pablo entrase completamente desnudo en mi habitación. Su polla estaba como siempre, dura, larga y apuntándome amenazadora. Yo le decía a Bea que no podía más, que tenía el coño destrozado y que era mi hijo. Bea me miraba, sonreía y me recordaba que María y Vane también son sus hijas y le debía una.
Tenía toda la razón. Pablo me miraba y se acariciaba la polla con la mano, de vez en cuando se la meneaba unos segundos como si fuese el motor de un coche que hubiese que mantener caliente. Parecía impaciente, a veces creo que lo traje a este mundo solo para follar, no tiene otra cosa en la cabeza. ¿A quién habrá salido?
Estiré mi brazo y saqué de mi mesita un consolador de vidrio muy suave. Lo metí en mi boca y aterrorizada me imaginé que el cristal era carne. En mi fantasía Bea también tiene sus fantasías y comenzó a trabajarme el agujero del culo preparándolo para recibir mi merecido. Me tumbó boca abajo, me puso una almohada bajo el vientre para que mi trasero quedase perfectamente expuesto y sujetando una nalga con una mano comenzó a darme placer con la otra. Primero masajeándome ...