El bosque de limoneros
Fecha: 04/10/2024,
Categorías:
Incesto
Autor: Lima, Fuente: CuentoRelatos
... por fuera, y luego metiéndome un dedo para relajar el esfínter. Lo hizo muy bien porque cuando Pablo recibió la orden y noté sus rodillas colocándose al lado de las mías yo no era ya de carne, era un ser de gelatina, noté su pecho pegarse a mi espalda, su aliento en mi oreja derecha, los olores de su colonia y desodorante que yo le compraba para que no oliese como su padre, noté también su glande y el roce de la mano de Bea que estaba juguetona y quería hacer de mamporrera, la muy zorrona continuaba el masaje de mi ojete pero esta vez sirviéndose del glande de Pablo. Yo me dejé llevar y al fin me apliqué aquello de que la única manera de librarse de una tentación es caer en ella. Mis suplicas fueron atendidas y el peso de mi hijo cayó sobre mí, sentí su polla entrando toda por mi culo y como yo desaparecía debajo de él, me envolvía toda con su cuerpo y tras unos segundos comenzaba a follarme sin piedad, nada que ver con cómo me follaba mi marido flácidamente por detrás. Si por delante una polla flácida también puede darte mucho placer, por detrás, cuanto más dura, más fácil y mejor.
Que fácil era todo, que fácil Bea introdujo sus dedos en mi vagina para sentir como la polla de Pablo entraba y salía de mi recto, ella aprovechaba el pequeño intervalo en que la polla estaba fuera y extendía sus dedos expandiendo mi útero para darme más placer. Follamos en todas las posturas, me senté sobre Pablo en una silla y me folló por delante, era como cabalgar un potro salvaje. ...
... Chupaba mis tetas como si quisiese sacar leche de ellas y me las meneaba como dos pelotas de baloncesto. Movía sus caderas como un animal sentado en una butaca al lado de mi cama, conmigo encima y me lanzaba lo justo hacia arriba para que su verga no se saliese y clavármela hasta el fondo al caer. Bea quiso que se la chupase para acabar. Tenía que ser de rodillas, entre sus piernas. Se la agarré con las dos manos y metí en mi boca todo el trozo que pude, notaba como sus huevos hervían y solo esperaban a que yo y mi paranoia estuviésemos listas para recibir los chorretazos de leche que subían por aquella polla. Bea susurraba guarradas en mi oído, arrodillada a mi lado y viendo en primer plano como mi hijo iba a llenarme la boca de leche. “Me lo tienes que prestar para que me taladre a mí también, es lo justo”. Mientras Bea me pedía prestado a mi hijo una corrida como la que yo había presenciado accidentalmente meses atrás llenaba mi boca de semen, tres chorros y otras tantas convulsiones de aquel pedazo de musculo que latía como el corazón de un purasangre.
Saqué el vidrio que tenía insertado en el culo y me erguí fría en mi cama, Pablo y Bea se desvanecieron. No llegué al orgasmo, la frase de Bea me heló la sangre. Su alusión a ser taladrada hizo clic en algún lugar de mi cerebro. Cogí el móvil de mi mesita y encendí la linterna, no me paré ni a encender las luces. Me tiré escaleras abajo lamentando mi vicio de mear en el jardín, era algo que me gustaba, lo había hecho toda mi ...