El bosque de limoneros
Fecha: 04/10/2024,
Categorías:
Incesto
Autor: Lima, Fuente: CuentoRelatos
... en los hombres.
Las mujeres somos distintas, ellos se deterioran enseguida, es mi experiencia, no tengo por qué estar en lo cierto. Nosotras mejoramos con los años, nuestro placer no depende de un simple musculo, vamos perdiendo romanticismo y tontería y volviéndonos más y más viciosas. ¿O soy solo yo?
Para cuando conseguí llegar al otro extremo de la plaza y seguir mi camino a la sombra ya me había olvidado del chaval. Me hacía gracia y me halagaba que estuviese sentado en el váter con la polla entre sus manos y pensando en mis muslos e imaginándose el culo que ocultaba bajo aquel vestido de mercadillo, pero, más allá de mi pasión por mi casa y todos los objetos que contiene, hace años que me considero lesbiana. Toda mi vida he fantaseado con otras mujeres, aunque no me disgusten nada los hombres, en eso sí que estoy segura de no ser la única, pero, quizás gracias al torpe de mi marido, hace tiempo que solo me fijo en ellas. Es evidente que en mis horas frente al espejo no hay solo narcisismo, en realidad siento que beso a otra mujer, que me excito viendo otro cuerpo, tengo la suerte de abstraerme y ser capaz de olvidarme que esos ojos que me miran fijamente mientras llego al orgasmo son los míos.
Nunca mentiría, no soy capaz, no puedo, eso me ha traído muchos problemas en la vida. Creo estar en lo cierto al decir que sintiéndome lesbiana nunca me he acostado con otra mujer, pero, mientras hacía un alto para beber agua, me prometí que al día siguiente llamaría a ...
... Bea. Sabía que iba a estar sola todo el día y en el fondo, deseaba que se autoinvitase a pasar algún día en agosto conmigo. Yo no me atrevía a proponérselo, ¡sí! con un bolígrafo de cuatro colores soy muy echada para adelante, me lo meto por el culo y puedo pasarme horas jugando con él mientras veo la tele, pero con otra persona, y sobre todo con Bea, era otra cosa.
Bea es mi prima, segunda o tercera, qué más da. Es profesora en un instituto y seguro que la persona que más quiero después de mi hijo. Ella me lleva dos años, durante mucho tiempo vivimos muy cerca pero ahora nos separan cientos de kilómetros. Ella sigue casada, aunque creo que empieza a tener muy amortizado a su marido. Tiene dos niñas ya mayores como el mío. Hace años que tengo la sensación de que acabaremos acostándonos, es solo cuestión de tiempo. El problema hasta ahora siempre ha sido que hemos vivido las dos rodeadas de las obligaciones y peajes de la vida familiar.
Lo cierto es que cada vez que nos quedamos un minuto a solas nos convertimos en personas distintas, es como si alguien apretase un interruptor, incluso cambiamos de conversación. El verano pasado estuvimos las dos familias juntas en el norte de España, un lugar precioso junto al mar. Alquilamos una casa para todos y apenas tuvimos un rato para nosotras, sin embargo, una larga tarde de playa en que nuestros maridos se fueron temprano nos quedamos las dos solas, con la playa ya medio desierta. Nuestra conversación giró al instante hacia el ...