1. El bosque de limoneros


    Fecha: 04/10/2024, Categorías: Incesto Autor: Lima, Fuente: CuentoRelatos

    ... tensión a su alrededor... un maravilloso estrés que sufro con agrado, al menos yo. Sus vestidos son todos bastante cortos, no mini, pero si a mitad de muslo, lo que tienen todos es mucho vuelo, deberían llevar algún peso en el dobladillo para evitar sustos, pero a Bea le da igual. Si acaso estamos en un lugar muy concurrido y hay algo de brisa estira sus brazos y se lo sujeta, pero lo habitual es que me pase el día pendiente de en qué momento la tela vuela y aparecen en escena sus glúteos mitad blancos mitad color miel. Bea está más bien delgada, es muy guapa, melena muy cortita, ojos un poco saltones pero muy bonitos, algo de pecas en la cara, naricita y boca pequeña, nunca se pone tan morena como yo, aunque tome el sol horas y horas. Lo que más me gusta de ella, aparte de su cara son sus caderas anchas… bueno, muy anchas, muy femenina, ella suele decir que mi culo es como un melocotón y el suyo como una calabaza. No es cierto, a mí me encanta, cierto que si el mío es grande el suyo es mayor todavía, pero yo siempre busco cualquier excusa para vérselo, a veces le pongo bronceador en la espalda y si no hay ropa tendida también en los muslos que van a juego con el culo. El sieso de mi marido siempre está murmurando que con los niños delante no debería ponerse esos vestidos, no se lo dice a ella, me lo dice a mí, pobre hombre, es incapaz de reconocer que en el fondo le encanta, reza a Eolo cada paseo que damos, cada playa a la que vamos, cada barbacoa que hacemos para que ...
    ... sople y sople y nuestra Marilyn nos regale el morbo de esas nalgas aparecer y desaparecer, fugaces, relajadas, enmarcadas con algún tanga de mercadillo, casi invisible, oculto, cuidando de su ojete.
    
    Dejé la bodega y salí a mi jardín, a mi bosque, por fin el sol iba cayendo, mis árboles estaban ya todos a la sombra, me porté mal, no debe hacerse, pero lo necesitaba. Agarré la manguera y comencé a regar mi bosque, no sé ni si es bueno hacerlo a esa hora y me hubiese muerto de vergüenza si alguien me viese malgastar agua en algo así, pero disfruté realmente esos diez minutos. Con aquel calor sofocante, que inolvidable sentir caer las gotas de agua sobre mi piel, empaparme toda, empapar mis limoneros, pasearme desnuda por mi bosque, bajo aquella lluvia artificial. Me dejé caer en el césped, mientras me rodeaban y con dos de sus frutos escogidos comencé a masturbarme, no sé cuánto pude tardar, pero me dolía el brazo derecho cuando acabé.
    
    Soñaba con que Bea me soñase esa noche mientras nos masturbábamos juntas allí mismo, imaginándome la polla del chico del súper reventando semen a dos metros de altura en mi honor, muerta de orgullo, enamorada de mi boca, de mis brazos, de todo mi cuerpo.
    
    En vez de entrar en casa a ducharme lo hice allí mismo, con la manguera, mi piel se quedó muy muy suave, me sequé con una toalla y mientras el sol se ponía y mi bosque se quedaba en penumbra cerré con llave la puerta de atrás y me despedí hasta la mañana siguiente.
    
    Tras tanto rato mojada ...
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