Entregada al jefe de mi marido
Fecha: 29/10/2024,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... retiraría su mano, no obstante, la mantuvo en el mismo sitio. De todas formas, mi marido tampoco podía verlo porque nos tapaba la mesa. Sin embargo, la situación de que estuviera Enrique tan cerca me puso aún más violenta.
Pensé en poner la excusa de irme al baño, para de esa forma deshacerme de su molesto toqueteo. Sin embargo, no me hizo falta, pues fue el propio Don Ramón el que por fin apartó su manaza, y se levantó con la excusa de ir al aseo.
Por fin me quedé a solas con mi marido, sabía el cariño e incluso la admiración que Enrique sentía por el viejo, pero esa noche yo estaba al límite.
—Tomamos esta copa y nos vamos para casa. No aguanto más, —comencé diciendo.
—¿Qué ocurre? Te noto incómoda. Precisamente cuando salimos de fiesta los fines de semana, tú eres la que nunca quieres regresar a casa, —me preguntó un tanto extrañado.
—Es Don Ramón, me siento cada vez más violenta, —declaré sincerándome.
—¿Y eso? ¿Te ha dicho o ha hecho algo que te haya molestado?
—Me siento acosada, no deja de mirarme. Es demasiado … —Dije deteniéndome unos segundos, como buscando la palabra exacta—. Intenso para mí, —añadí al fin.
—Olivia, deberías estar acostumbrada. Siempre te ha gustado que los hombres te miren. ¿No entiendo por qué con Ramón tiene que ser diferente? No deja de ser un hombre, es normal que se sienta atraído por una mujer como tú, —expuso mi marido.
—No es solo que me mire, es que también se la va la mano. Justo ahora, me ha puesto la mano ...
... sobre la rodilla.
Mi marido lanzó una carcajada, como restándole importancia al hecho.
—¡Vaya con Ramón! —Exclamó sin parar de reír— Deja al pobre hombre que disfrute un poco contigo, tendrá que desfogar. No creo que con Marga mantenga ningún tipo de relación sexual, —añadió jocosamente.
—Claro, y como ya no folla con su mujer, tiene que desfogar conmigo, —bramé en tono irónico.
La empatía de Enrique hacia mí esa noche, estaba totalmente ausente. Parecía que todo aquello le hacía mucha gracia.
—No te enfades mujer, ya sabes que a mí me excitan estas cosas. No puedo evitarlo. Solamente saber que tienes a Ramón totalmente fuera de sí, y que seguramente cuando llegue a su casa se va a hacer una buena paja pensando en mi mujer… Me pone muy cachondo.
Iba a contestar algo que seguramente no le hubiera hecho la menor gracia. Sin embargo, justo en ese momento regreso el jefe de mi marido del baño.
Siempre he presumido de ser una mujer muy perspicaz, hay pocos gestos corporales o faciales en un hombre que se me escapen y, justo antes de que Don Ramón volviera a ocupar su asiento a mi lado, pude notar una mirada cómplice entre ambos, dejándome ese gesto, un poco inquieta e intrigada.
«¿Acaso mi marido había hablado con Don Ramón de mí?» Me pregunté a mí misma. Enrique es uno de los hombres más morbosos que he conocido, pero a la vez, es un hombre que suele controlar sus propios vicios. Sabe cuándo y en qué momento debe jugar, y cuando parar.
Me parecía imposible ...