1. Entregada al jefe de mi marido


    Fecha: 29/10/2024, Categorías: Infidelidad Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... que él, hubiera iniciado un juego de este tipo por muy inocente que fuera, sin consultarme. Además, con un hombre que sabía de sobra que no me atraía físicamente, y por el que además no sentía ningún tipo aprecio o simpatía.
    
    Que Don Ramón tuviera veinte años más que yo. No era precisamente una barrera insalvable para mi lívido, Enrique conocía de sobra, que más de una vez me he sentido atraída por hombres mayores. En ocasiones, precisamente esas diferencias de edad, pueden acrecentar incluso mi propio morbo. Me gustan las situaciones extrañas.
    
    —Voy a bailar, —solté de repente.
    
    Si mi marido quería que calentara a su jefe, por mí no iba a quedar. Además, me apetecía bailar. Poner a mi marido cachondo, es algo que me excita demasiado.
    
    Comencé a dejarme llevar por el ritmo de la música. Me encanta sentir como mi cuerpo y mis extremidades, prácticamente se mueven solas siguiendo el compás del ritmo.
    
    Para mí el sexo y la música, en este caso el baile, prácticamente van de la mano. Son sensaciones casi ancestrales marcadas en la memoria de nuestro ADN. Creo que ambas situaciones son, de los pocos momentos que dejamos que nuestra parte del cerebro más salvaje y animal, tome casi el control de nuestro cuerpo.
    
    Sentir miradas lascivas a mi alrededor, notarme observada y deseada, forman parte para mí del embrujo del baile. Moverme provocadoramente, incitando pensamientos y deseos impúdicos y obscenos, es algo que no puedo, ni quiero evitar sentir.
    
    Entonces ...
    ... miré a mi marido, se le caía la baba viéndome. Yo le sonreí, y él me hizo un gesto, como indicándome que continuara, que siguiera dejándome llevar. Sabía lo cachonda que me pongo cuando bailo, y me siento observada por hombres deseosos de mi cuerpo. Enrique era conocedor, que seguramente mis bragas habrían comenzado por fin a humedecerse esa noche.
    
    Hay pocas acciones, que una exhibicionista como yo, podamos hacer de forma aceptada socialmente.
    
    Enseguida un desconocido se pegó justo detrás de mí, poco a poco se fue arrimando, yo decididamente eché las caderas hacia atrás, en un movimiento que pareció casi accidental motivado por el ritmo de la música. Fue casi un segundo, el tiempo suficiente para poder rozar de forma sutil, y sentir la entrepierna del chico contra mi culo.
    
    —¿Quieres tomar una copa? —Me preguntó elevando el tono, obviando que ya tenía una casi entera en la mano.
    
    —No gracias, no bebo. Soy abstemia, —bromeé sonriendo, justo en el momento que daba un sorbo a mi copa.
    
    Un rato después me acerqué exhausta y acalorada a la mesa donde Enrique y Don Ramón permanecía sentados, sin dejar de observarme hablando entre ellos.
    
    —Estoy sudando, —dije sentándome en el mismo sitio que había ocupado un rato antes.
    
    Enrique no tardó en ir a buscarme otra copa.
    
    —Desprendes puro sexo cuando bailas. Me la has puesto dura, —me soltó sin más preámbulos el viejo.
    
    —No pretendía hacerlo, solo he salido a bailar. Simplemente, me apetecía moverme un poco, —le ...
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