Entregada al jefe de mi marido
Fecha: 29/10/2024,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... respondí.
—¿Te gusta excitar a los hombres? ¿Verdad?
—Me gusta excitar a mi hombre. —puntualicé.
—Vamos Olivia… no te hagas la mojigata conmigo. Interpretar ese papel no te va para nada.
—¿Cree acaso que me pone cachonda, habérsela puesta dura? —Le interpelé con dureza, mirándolo con cierto enojo a la cara.
El hombre soltó una carcajada, volviendo a poner una mano sobre una de mis rodillas, esta vez simulando un gesto más paternalista.
—Perdona Olivia, no te enfades conmigo mujer. Mi última intención sería hacerte sentir incómoda. Te pido disculpas por mi falta de delicadeza, solo he querido decir que tienes un cuerpo muy sugerente, y que, además lo sabes mover de una forma bastante evocadora y estimulante.
—De que habláis, —preguntó en ese momento mi marido que regresaba de la barra con otras tres copas.
—Trataba de explicarle a tu mujer, que sabe desenvolverse perfectamente en la pista de baile.
—No solo sabe moverse en la pista de baile. —respondió mi marido guiñando un ojo, y comenzado a reírse— ¿Verdad cariño? —Me preguntó como intentando forzarme a decir algo.
—Sí cariño. Lo que tú digas, —respondí airadamente, cargada de ironía.
—Pues si es un espectáculo verla moverse bailando, no me quiero imaginar como tiene que ser… —Comentó Don Ramón, sin atreverse por suerte, a terminar la frase.
—Es una broma, no te enfades, —añadió mi marido arrimándose a mí, con una sincera sonrisa y dándome un beso en los labios.
La verdad que en ese ...
... momento me sentía menos violenta de lo que intentaba aparentar. Seguramente desinhibida en parte por el alcohol que estábamos ingiriendo. Poco a poco me iba animando.
«¿Enrique quería jugar? ¿Quería que calentara de alguna forma al viejo? Pues a partir de ese momento yo escribía las reglas, marcando los tiempos y los límites», pensaba en esos momentos para mis adentros.
En ese instante giré mi cuerpo hacía mi izquierda hasta donde estaba Enrique, acercando mi boca a la suya como él había hecho unos segundos antes, solo que esta vez no fue un casto beso en los labios. Esta vez mi lengua entró en la boca de mi marido, buscando la suya. Entonces, cerré los ojos, y comencé a disfrutar de esa sensación.
En ese momento la mano que Don Ramón mantenía sobre una de mis rodillas, aumentó su presión, subiéndola incluso unos centímetros hacia arriba. Reconozco que lejos de molestarme, me gustó sentir su caricia mientras me besaba con mi esposo.
La noche fue transcurriendo entre copas e insinuaciones cada vez más atrevidas, pero poco a poco me iba desinhibiendo cada vez más. Los comentarios hacia mí, tórridos de Enrique, los besos cada vez más largos y apasionados, las manos de mi esposo cada vez ahondando más en mi cuerpo. Todo esto lograba mantener a Don Ramón, como hipnotizado ante nuestros juegos.
—Voy un momento al servicio. Me hago pis, —dije separándome unos centímetros de mi marido.
—¿Me dejas acompañarte? —Preguntó de pronto Don Ramón.
—¿Al baño? —Interpelé ...