1. Infiel por mi culpa. Puta por obligación (22)


    Fecha: 29/10/2024, Categorías: Grandes Relatos, Autor: DestinyWarrior, Fuente: CuentoRelatos

    ... llores muñeca, ni te amargues por esa bobadita. Eso al principio le da a una de todo, y luego al final no se le hace asco a nada. —Me dijo Fadia con una tranquilidad que me dejó estupefacta.
    
    —Desolada ante las evidencias y presionada por la culpa, me regresé en medio de mi llanto hacia la alcoba y me encerré allí, sola. ¡Otro ron, por favor!
    
    Camilo me lo sirve sin prisa, pero tembloroso, riega un poco en el suelo, muy cerca de sus pies. Me lo alcanza y él va sirviendo el suyo con mayor cuidado, después de chuparse los dedos.
    
    —No te demores mucho que tenemos que salir en media hora para llegar puntuales al hotel. —Le escuché decir a Eduardo tras la puerta.
    
    —Me decidí por el vestido gris con el que me exhibía menos. Pero debajo de él, había un conjunto de ropa interior negra, con delicados encajes y sumamente erótica. El sujetador era de una sola pieza con copas que realzaban mis pechos, texturizado en brillante y elástica cuerina. Con un cordón negro por el frente, cruzando en «X» los broches metálicos delanteros de forma sexy. Y por bragas una tanga de hilo diminuto y compañera, igualmente negra, pero con una visible abertura en el medio, dejándome en claro a lo que iría. Medias de malla para sujetar en los muslos con el liguero y unas botas de falsa piel brillante, las puntas cromadas al igual que el angosto tacón de diez centímetros, que me llegaban por encima de las rodillas. Fadia había pensado en todo.
    
    —Me miré en el espejo del tocador y el reflejo me ...
    ... hizo ver exactamente como lo que parecía. ¡Una mujerzuela dispuesta a entregarse por dinero a un hombre que no quería gastárselo! ¿O quizás ya lo era? Tal vez sí, al haberte mentido sobre lo acontecido con José Ignacio, manteniéndolo a tus espaldas.
    
    —Al salir a la sala, Fadia me ayudó a peinarme y retocar mi maquillaje, con sombras de tonos grises color humo y delineador negro, con líneas exageradamente gruesas, –destacando el azul de mis ojos– otorgándome a la vez, un aspecto bastante gótico. Al verme en la pantalla de mi móvil, tras hacerme ella unas cuantas fotografías, levanté mis hombros y salí resignada. ¡Igual, iba para mi entierro!
    
    —Al llegar al hotel lo saludé nerviosa, ofreciéndole con delicadeza mi mano. Me la apretó con la fuerza de un peón. Pude entrever que al igual que yo, no se sentía cómodo con la nueva situación. Su voz algo ronca al principio, nos invitó a acompañarlo al comedor, alejado de mí, muy cercano a Eduardo. La suavizó después, al retirar por el espaldar el asiento, invitándome caballerosamente a sentarme a la mesa.
    
    —Durante el almuerzo habló con Eduardo de otros temas relacionados con la intención del gobierno de gravar con más aranceles, algunos productos de la canasta familiar. Mentalmente me escabullí de aquel lugar, pensando en ti, en nuestro matrimonio y en nuestro hijo. Sopesé en una balanza imaginaria, lo que podría perder si me rehusaba, y lo que podrías llegar a ganar tú en la constructora, si accedía y callaba, de nuevo.
    
    Ambos ...
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