1. Infiel por mi culpa. Puta por obligación (22)


    Fecha: 29/10/2024, Categorías: Grandes Relatos, Autor: DestinyWarrior, Fuente: CuentoRelatos

    ... completamente falsos. Apenas bajé sus calzoncillos, su verga cayó en picada sobre mi mano y… Lo rodeé con mis dedos apretándole el tronco, retrocediendo hasta la base, avanzando hasta la punta y él movía su cadera con lentitud, disfrutando con los ojos cerrados de aquella satisfactoria fricción.
    
    —Esperaba a que me tomara de inmediato por la excitación que demostraba la fuerte erección de su morena verga, mucho más pequeña y delgada que la tuya. Me equivoqué, pues halando con ansia las tiras del tanga, –rompiéndolas de paso– se dedicó a chuparme con desesperación mi vulva. Bruscamente me perforó la entrada reseca, con uno o dos dedos, me dolió y emití un quejido que él estúpidamente confundió con un gemido de placer. De pronto dejó de adorármela con su lengua y se puso en pie para dirigirse desnudo y empalmado como estaba, hacia el sillón del fondo de la suite, donde permanecía sentado Eduardo, bien acomodado bebiendo su whiskey y chupando con espaciado fervor su Bon Bon Bum de fresa. Ya sabes, esa colombina que tanto le gusta.
    
    — ¡Es que la tienes saladita y seca, entonces vamos a ponerle dulcecito a este bizcochito! —Me dijo cuando regresó a la cama y comenzó a restregarla desde mi clítoris hasta la cavidad de mi entrada, disfrutando él al hacerlo girar cuando me penetró en repetidas ocasiones con esa colombina, para después volver a chupármela con vigor. También hizo el intento de introducírmela por el ano, pero desplacé mis caderas hacia atrás y con seriedad le dije ...
    ... que para hacerlo por ahí, le faltaba adquirir más de una casa. Se sonrió y dejó en el suelo la chupeta y se dispuso a abrirme con fuerza las piernas, acomodando luego con la mano su pene, a la entrada de mi cuevita.
    
    — ¡Ah, ah! No señor. Sin condón ni pío, como dijo el pollito. ¡Póngase un preservativo! —Fui tajante al decírselo.
    
    —Disgustado rebuscó entre su pantalón y de la billetera extrajo un empaque negro, donde venían tres. Yo misma se lo coloqué. Con decisión y algo de esfuerzo le giré el cuerpo dejándolo boca arriba y lo monté, introduciéndome su falo despacio, pero no por disfrutarlo, sino para que él se desesperara, acrecentándole sus ganas y con suerte, termináramos rápido con el asunto. Fingí placer, con jadeos y exhalaciones fuertes, y mi táctica funcionó.
    
    — ¡Ufff!, pero que ricura de cuquita. Si sigues moviendo ese culote como si bailáramos champeta, me vas a hacer correr muy pronto. Para, por Dios… ¡Ohhh!… ¡Mmmm!... ¡Para por favor! —Me decía. No duró mucho, no soportó el movimiento en círculos de mis caderas y se corrió, alargando sus gemidos, resecándosele la boca.
    
    —Lo dejé tendido allí, recuperando su aliento y me fijé en Eduardo que también estaba colorado y sosteniéndose con el pulgar y los dedos índice y corazón, una blancuzca y ridícula pichita, babeante, del tamaño del dedo más largo mío.
    
    —Está hecho, me voy a vestir y nos vamos. ¡Tengo una familia por atender!
    
    Abro nuevamente mis párpados y observo a mi esposo arrodillado, a medio metro ...