Infiel por mi culpa. Puta por obligación (22)
Fecha: 29/10/2024,
Categorías:
Grandes Relatos,
Autor: DestinyWarrior, Fuente: CuentoRelatos
... bien.
— ¡No estoy enferma, cielo! Sólo algo triste y preocupada por los negocios que no se me quieren dar. ¡Amor, no demores mucho esta noche por favor, que tengo antojos de que me mimes y me hagas el amor! —Te respondí para tranquilizarte y esa fue mi petición final antes de culminar esa llamada.
—Por supuesto que lo recuerdo, y más al llegar a casa afanado, pues me quedé pensando en ti el resto de la tarde, al escucharte hablar con la voz apagada, como cuando te inquieta algo. Iba con la intención de tomarte entre mis brazos, acariciarte el cabello por detrás del cuello y bordear los pliegues de tus orejas con las yemas de mis dedos pues sé que te fascina. Sin embargo al entrar a casa, me sorprendí al no hallarte a ti recibiéndome y por el contrario fue el… ¡Hola Cami! ¿Cómo estás?, de Natasha que jugaba en la sala con Mateo armando el rompecabezas de los «Transformers».
—Mi loquito saltó a mis brazos como siempre, y lo elevé por los aires dando junto a él unas tres vueltas. Luego pregunté por ti y al unísono me respondieron que estabas arriba en el estudio, atendiendo unas visitas. Subí de inmediato y allí me encontré con la sorpresa de ver a nuestros supuestos amigos, Fadia y Eduardo, compartiendo contigo una copa de vino tinto ustedes dos, y ese hijo de puta, bebiéndose un vaso de mi «Old Parr 12 años», sin hielo por supuesto.
—Si es verdad. Yo tampoco los esperaba. Cayeron de sorpresa, sin darme tiempo para avisarte. —Le manifiesto a Camilo y bebo otro ...
... poco, terminando con una última aspirada, mi cigarrillo.
—Nos saludamos y te dejé con ellos mientras iba a nuestra alcoba para darme una ducha y ponerme algo más cómodo. Estaba cansado y no me apetecía salir esa noche. Pero al irme desvistiendo, vi sobre nuestra cama, tirados en desorden tus ropas. No era usual en ti hacerlo, pero supuse que por el cansancio, atendiendo a Mateo y a Natasha, y luego a nuestros nocturnos visitantes, no te había dado tiempo para ponerlo todo en orden.
—Levanté tus zapatos negros, –sucios los tacones y embarrados de tierra en las puntas– dejándolos en el zapatero de tu armario. Tomé tus veladas medias grises con una mano y con la otra tu falda, que me olió raro, como a perro mojado. De hecho pude observar algunos cortos pelos blancos. No le di mayor importancia, pero al recoger tu abrigo negro, el que te había obsequiado en marzo, me di cuenta de que a los costados y en la parte baja por detrás cerca de la abertura, había muchos más. Y desacostumbrado mi olfato a ese olor diferente, me hizo adivinar que habías estado acariciando a un perro lanudo.
—No lo colgué junto a los otros, pues debíamos enviarlo a lavar para sacarle todo el olor y ese pelambre blanco. Te lo iba a decir más tarde, cuando por fin pudiéramos estar solos, pero por estar luego hablando con Eduardo, muy interesado en los planos y la construcción del hotel eco-sustentable que yo mantenía sobre la mesa de dibujo, –con los pequeños containers a escala–diseñando patrones de ...