1. Mi odiosa madrastra - Capítulo 2


    Fecha: 07/11/2024, Categorías: Hetero Autor: dickson33, Fuente: RelatosEróticos

    ... tela negra que lo cubría, se hundía entre sus pomposos glúteos. Apreté del pomo del bronceador, y dejé caer dos chorros en uno de ellos. La imagen me pareció algo pornográfica. Debía reconocer que, si no se tratara de Nadia, incluso alguien tan ubicado como yo, quedaría anonadado ante semejante orto. Como diría Toni, era un culo con carácter.
    
    Apoyé tímidamente la palma de mi mano en él, y empecé a hacer movimientos circulares, esparciendo el bronceador en toda la circunferencia.
    
    Si los muslos se sentían firmes, las nalgas eran ridículamente duras. Pero a pesar de la rigidez de los músculos, la piel era increíblemente suave y tersa. Se sentía tan bien como cuando acariciaba el asiento de cuero del BMW del papá de Edu. Por otra parte, al sentirlo con el tacto, me daba cuenta de que su trasero era mucho más grande de lo que podía parecer a simple vista. Con la palma completamente abierta no alcanzaba a cubrir ni la mitad de una de sus nalgas. El cuerpo de esa mujer era realmente intimidante para alguien como yo, acostumbrado a fisionomías más esbeltas.
    
    Estuve unos minutos dedicándome a pasar la crema en el culo de mi madrastra. Si alguien me hubiera dicho, apenas unos días atrás, que estaría haciendo eso, no se lo creería ni loco.
    
    Habiendo acabado con la parte más carnosa, me quedé unos segundos, dubitativo. La parte más profunda había quedado sin que le aplicara el bronceador. Se notaba que la piel que bordeaba la delgada tela de la tanga, estaba más pálida, al ...
    ... igual que su espalda, donde era cubierta por las tiras del brasier. Mi primera reacción fue detenerme. Pero después me di cuenta de que, si Nadia me había pedido que le aplicara la crema en el trasero, era justamente debido a esa zona, pues en los cachetes, ella misma podría habérselo aplicado sin problemas.
    
    Sin pensarlo más, ahora me coloqué un poco de bronceador en la yema de mis dedos, y entonces, tratando de esquivar la telita de la tanga que se hundía en la raya del culo, para no mancharla, pasé la crema sobre esa parte tristemente pálida. Hice movimientos arriba abajo, varias veces. Quizás fue mi imaginación, pero me pareció que en un momento Nadia suspiró y su cuerpo se removió, como si hubiera sido víctima de un temblor. Cuando terminé con el glúteo izquierdo, continué con el derecho. Era debido a ese culo que papá había perdido la cabeza. Yo nunca fui tan básico en cuanto a mujeres, por lo que no podía comprender cómo es que mi viejo se había dejado engatusar por esa mina. Era obvio que le metía los cuernos. Alguien como ella tendría decenas, sino centenas de tipos deseosos de cogerla, y me costaba mucho creer que no se había sentido tentada en algún momento.
    
    — Bueno, ya está bien. No hace falta que metas tu mano tanto tiempo ahí —dijo Nadia.
    
    — Ah, claro, es que… no quería dejar ninguna parte sin protector.
    
    — Por lo que pude sentir, no lo hiciste, así que quedate tranquilo —respondió ella—. Bueno, voy a estar un rato así, y después cambio de posición. Gracias ...
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