Euterpe y Tauro (1)
Fecha: 27/10/2018,
Categorías:
Bisexuales
Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos
... que bien se hacía notar cuando, como en el Olimpia, bajaba del escenario hasta donde los jóvenes, y no tan jóvenes, estaban, mezclándose entre ellos, más bien, que sin orden ni concierto; como de igual a igual, como entre amigos de toda la vida…
La diva, aquella noche, estaba imponente; no vestía los trajes que luciera en el Olimpia, hasta los pies, rebuscados, recargados hasta resultar casi, casi, barrocos, sino que en esta otra sala, más informal, apareció mucho más natural. Pelo recogido en un moño tras la nuca, vestido negro, de una sola pieza, de seda o símil seda, que los conocimientos textiles de Juan no alcanzaban a discernir lo uno de lo otro; ceñido, muy ceñido, adaptándosele al cuerpo como una segunda piel, con lo que sus femeninos atributos quedaban tan remarcados que hasta podría dar sensación de desnudez. Manga corta y escote rectangular, en vertical, largo hasta claramente mostrar la parte alta de sus senos, a todas luces sin sujetador, pues saltaban, bailoteando, según ella se movía por el escenario; la falda, claramente corta, por encima de medio muslo, y zapatos de tacón altísimo, abiertos por detrás, a modo de sandalias
Sí; esa noche la bella rusita mostraba en todo su esplendor la rutilante belleza de sus muslos, sus piernas, más esculturales, incluso, de lo que Juan Gallardo imaginara. La sala constaba de filas de asientos para el público asistente, en general, sillas más que butacas, pero su constancia resultaba más bien ociosa, pues el personal, ...
... con independencia de su edad, más estaba de pie que sentado, y cuanto más cerca del escenario mejor, aunque de todo había en la viña del Señor, pues tampoco faltaban espectadores casi permanentemente sentados en las sillas, aunque eso sí, protestando de la gente que estaba de pie, impidiéndoles ver bien a la artista
Juan Gallardo era de los que preferían mantenerse cómodamente sentados pese a los inconvenientes que la problemática visión entrañaba. Como acostumbraba, la bella, apenas empezó la primera canción, se descalzó y a poco de entrar en la segunda ya estaba confundida entre un público que, para variar, la adoraba como si fuera una diosa del Olimpo; y diosa del Olimpo artístico era, sin duda alguna, y la Diosa por excelencia para el joven Juan Gallardo. Tal Afrodita/Venus evolucionó entre el gentío que abarrotaba la sala, recibiendo y dando besos y abrazos por doquier, aceptando ramos de flores y simples flores únicas, repartiendo a diestro y siniestro su sonrisa, sazonada con los consabidos “Spasiva”, “Balshoye Spasiva” La Gaenva se llegó hasta la fila que Gallardo ocupaba que, por sobrar sitios vacíos, esa noche se sentaba justo junto al pasillo, con lo que pudo, con toda su voz y a su mejor gusto, soltar lo de “Hasta mañana, bella entre las bellas…Siempre te llevaré dentro de mí”… Entonces, la artista le miró casi con más detenimiento que otras veces, sonriéndole de manera tan deliciosa que el muchacho creyó morir de pura satisfacción, para de inmediato decirle, en ...