1. Mis odiosas hijastras (5)


    Fecha: 28/11/2024, Categorías: Hetero Autor: dickson33, Fuente: RelatosEróticos

    ... tela de la calza parecía estar siendo engullida por su enorme y profundo ojete.
    
    —A ver —Dijo Agos.
    
    Se colocó al lado de Valentina, elevó su mano que sostenía otro vaso con la vela encastrada, e hizo un movimiento igual al de su hermana. Ahora tenía a los dos preciosos culos tentándome, a apenas unos pasos de donde yo estaba. Si Sami no estuviera también tan cerca, quizás me hubiese animado a acercarme y pellizcar la nalga de Agos. Con ese pantalón de un negro brilloso, quedaba más expuesta que Valentina, ya que no solo la alcanzaba la luz, sino que la vela se reflejaba en él, y dejaba a la vista el perfecto glúteo de la pendeja. La costura del medio también refulgió en la penumbra, remarcando con exquisitez la profundidad y la forma de la parte trasera de la mayor de mis hijastras.
    
    Algo me decía que iba a ser más difícil de lo que pensaba contenerme hasta que llegara la hora de dormir. Teniendo a tres pendejas preciosas revoloteando a mi alrededor, que además parecían provocarme a propósito en todo momento, la calentura era difícil de controlar.
    
    —Una semana después… —se burló Sami de sus hermanas, pues se estaban tardando demasiado en una tarea muy simple.
    
    Como respuesta al chascarrillo, Valentina por fin encontró el paquete de tallarines.
    
    —¡Acá están! —dijo, levantándolo, como si fuera un trofeo—. ¿Cómo te quedó el ojo? Enana —atacó después a Sami, aunque las agresiones que iban a la más pequeña no solían ser de verdad, ya que todas la consentían de ...
    ... alguna u otra manera.
    
    Me puse a picar la cebolla y el ajo.
    
    —Ponele un poco de aceite a la otra olla —le dije a Sami.
    
    La rubiecita obedeció.
    
    —¿Me alcanzás el tomate? —le pedí a Agos.
    
    No pude evitar ponerme nervioso cuando la princesa de la casa se acercó a mí, con dos tomates grandes en las manos. Pero acababa de ver una oportunidad y no la pensaba dejar ir. Debía ser veloz y tener mucho cuidado. Me limpié la mano con un repasador. Agos me entregó los tomates.
    
    —Gracias —le dije—. Ahora alcánzame la sal, por favor.
    
    Me dio la espalda. Miré a Sami, quien estaba muy concentrada viendo cómo el aceite se deslizaba en el fondo de la olla. Luego busqué a Valentina. Comprobé que estaba de brazos cruzados, mirando la fuerte cortina de lluvia que todavía caía afuera. Estaba seguro de que apenas tenía unos segundos antes de que alguna de las dos —con toda probabilidad Sami—, pusiera nuevamente atención a mi persona. Así que actué con rapidez. Mientras Agos daba el primer paso para alejarse de mí, dándome la espalda, extendí el brazo y le pellizqué el culo.
    
    Fue apenas un efímero contacto, pero era imposible que pasara desapercibido para ella. Mis dedos se cerraron en el terso orto de mi hijastra. Pude ver cómo el pantalón se arrugaba al recibir mi pellizco. ¿Hacía cuánto que no sentía entre mis manos un trasero como ese? Redondo, pulposo, erguido, perfecto. Era de esos culos que uno no podía dejar de darse vuelta a mirar. Y ahora era presa de mis ansiosos dedos que se ...
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