Mis odiosas hijastras (5)
Fecha: 28/11/2024,
Categorías:
Hetero
Autor: dickson33, Fuente: RelatosEróticos
... hundían en esa suave piel, a través de la gruesa tela del pantalón.
Pero enseguida la solté, porque estaba decidido a no correr ningún riesgo innecesario. Solo necesitaba confirmar que ella no se molestaba por mi atrevimiento. En efecto, no hizo ni dijo nada. Pero tampoco detuvo sus pasos, sino que siguió como si nada hubiera pasado. Continué preparando la salsa, esperando que nuestras miradas se encontraran de nuevo, pero ella me esquivaba. Tampoco podía ser tan obvio, por lo que me limité a tratar de ver su reacción solo un par de veces. En todas las ocasiones me choqué con su indiferencia. Entonces empecé a preocuparme. ¿Me habría engañado a mí mismo durante todo ese tiempo? No. No podía ser eso. Ella había dejado que yo frotara mi verga tiesa en su trasero y me había preguntado si le parecía que era una frígida. Ahora que no me viniera con histeriqueos. Para colmo estaba completamente al palo de nuevo. ¿No era poco saludable estar con una erección durante tanto tiempo? Lo único que me generaba cierto alivio al respecto era el hecho de que en realidad no era que estuve con la verga tiesa durante toda la tarde, sino que se me paraba a cada rato, y luego se bajaba con mucho esfuerzo de mi parte.
La verdad era que hacer tallarines con salsa no era la gran cosa. De hecho, siendo tantos en la cocina era más un estorbo que otra cosa tener tres ayudantes. Pero no se me ocurría nada para hacer que las otras dos nos dejaran a solas.
Así que estuve durante un buen rato, ...
... con la incertidumbre de saber si le había molestado mi mano inquieta o no.
Empecé a meter todo lo que había picado en la olla. Puse el agua también en el fuego. Me di cuenta de que mi mano estaba transpirada. Quién lo iba a decir. A mi edad, con los nervios en punta por una mocosa de veinte años. Sami arrimó su rostro a la olla más de lo aconsejable, y tuvo que retirarlo rápidamente cuando sintió el calor del vapor.
—Mezclá un rato —le ordené.
Agarré cuatro platos y se los entregué a Valentina.
—Andá poniendo la mesa —le dije.
—Sí señor —respondió, algo exasperada.
Agarró uno de los vasos para iluminarse, y se fue al comedor con pasos vacilantes, aunque no se privó de menear las caderas mientras caminaba.
—Ay, creo que se pegó —dijo Sami.
Empezaba a salir mucho vapor de la olla, y olía a quemado.
—Sami, ya estás haciendo lío —le reprendió Agos.
—No es nada —dije, vislumbrando una oportunidad que quizás no se repetiría pronto—. Agos, echale un poco de agua a la olla. Y vos no dejes de revolver —agregué después, dirigiéndome a Sami.
Antes de llenar un vaso con agua de la canilla, Agos se ató el pelo. Luego fue hasta la olla y tiró un poco de agua en ella.
—Qué asco. Me estoy llenando de olor a comida gracias a vos, tontuela —le dijo a su hermana, aunque con cierta cuota de ternura—. Me voy a tener que bañar de nuevo —agregó después.
En ninguno de sus actos desvió la mirada hacia mí. Pero eso no me detuvo. Ahora Valentina estaba fuera de mi ...