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Libertad condicional
Fecha: 23/12/2024, Categorías: Infidelidad Autor: Gargola, Fuente: CuentoRelatos
El empleado de ventanilla lo miró con desprecio y le entregó sus escasas pertenencias, compuestas por un paquete de cigarrillos chafado, un zippo, un billete arrugado de diez euros, una moneda de cincuenta céntimos y unas llaves. Hassan cogió uno de los maltrechos cigarrillos, abrió la tapa del zippo y prendió la llama, dio una calada, aspiró profundamente el humo y se lo echó a la cara al empleado a través del cristal con la misma insolencia con la que el funcionario le entregó sus enseres. A continuación, el vigilante lo acompañó a la salida. Hassan se detuvo allí, miró al cielo y agradeció a Alá su liberación, aspiró nuevamente el humo de su cigarro sin contemplar, ni por un momento que era a su abogada a quien le debía su libertad, y no a Alá. Todo, después de haber usado todos los resquicios legales para hacer factible la condicional. De no haber sido así, nadie le hubiese librado de los tres largos años de cárcel que la fiscalía le reclamaba por robo con agresión, en su lugar, Merche consiguió que la condena se redujera a uno, con la posterior condicional. Hassan dio una última calada, lanzó el cigarrillo al aire trazando un arco y después se estrelló en el suelo. Complacido, se dirigió al Mercedes aparcado enfrente. En su interior, Merche le esperaba para llevarle a casa. Hassan entró en el vehículo y se aproximó para darle un beso que ella rechazó. —No hagas eso, —se quejó apartándole la cara, —podría vernos alguien. —Está bien “fierecilla”, —dijo Hassan ...
... retrocediendo. —¡No me llames así! —le increpó—, y ponte el cinturón, —añadió. —¿A qué viene ese cabreo?, —preguntó él despreocupado. —Me ha costado mucho sacarte. He tenido que mentir mucho por ti. Espero que ésta sea la última vez e intentes encontrar un trabajo, o no seré yo quien siga sacándote las castañas del fuego. —No te preocupes “fierecilla”. Puedes confiar en mí. —Te he dicho que no me llames así. Y el problema es ese, que no espero que puedas llevar una vida normal, pero, por tu bien, no la vuelvas a cagar, ya no porque no saldrás del trullo , sino porque me harás quedar como una mierda. —Tranquila, no tienes que preocuparte por eso, —respondió Hassan sin que Merche terminase de creer sus palabras. Lo conocía de años y también sabía que pretender que su actitud fuese medianamente disciplinada era poco menos que pedirle a un yonqui que no se chutara. Un trabajo de ocho horas diarias, cinco días a la semana era algo que de antemano no iba a esperar de él, en cualquier caso, contaba con un lejano optimismo que le ayudase a encontrar algo legal, aunque fuesen otras las expectativas. Merche pisó el acelerador y el Mercedes dejó atrás la penitenciaría. Hassan se volteó para ver una vez más el edificio que había sido su hogar durante el último año y en el cual ya había estado en tres ocasiones, y tenía claro, por tanto, que no quería volver. Se puso las manos detrás de la cabeza denotando un gesto de libertad y autosuficiencia, como si el hecho ...