Libertad condicional
Fecha: 23/12/2024,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Gargola, Fuente: CuentoRelatos
... los embates, Merche intensificó el ritmo de su dedo atormentando su clítoris en busca del clímax final.
—¡Córrete, “fierecilla”, voy a llenarte de leche ese culazo que tienes, cabrona , —le pidió al mismo tiempo que unos contundentes azotes en su nalga derecha resonaron en la estancia, sirviendo de detonante para que la abogada culminara por fin la enculada entre gemidos y gritos de placer. Seguidamente, su amante la acompañó dando unos últimos y contundentes golpes de riñón, descargando su esencia en el esfínter.
Hassan abandonó el orificio y un chorro de esperma teñido de un tono parduzco brotó del ano en un sonoro pedo.
—Te has portado como una campeona, —le susurró al oído.
—¡Cabrón! Me has reventado el culo, —replicó mientras se apresuraba hacia el baño.
—Dime que no has gozado, —manifestó con orgullo.
—Supongo que la tortura inicial es el precio que hay que pagar por el irreverente placer posterior, —le expuso sentada en el bidet.
—Pero ha merecido la pena.
—Sí, —contestó.
—Eres una “fierecilla” y siempre lo serás, por mucho que quieras ocultarlo.
—Esto se acabó Hassan, —le ...
... advirtió de nuevo mientras se vestía.
—Me han ofrecido un trabajo en un almacén, —le anunció deambulando desnudo por la habitación en busca de un cigarro.
—Es estupendo, Hassan. No sabes cuanto me alegra oír eso, —manifestó al mismo tiempo que se abrochaba el sujetador. —No me lo habías dicho.
—Te dije que te sentirías orgullosa de mí.
—Lo estoy, —le declaró a la vez que terminaba de colocarse la americana. Después cogió su bolso y le dio un piquito de despedida.
—¿Ni siquiera ahora vas a darme un beso como Dios manda?
Merche le dedicó una sincera sonrisa, besó su dedo índice y luego lo posó en los labios de Hassan, a continuación se marchó sin mirar atrás deseándole lo mejor al joven gandul, pero con la intención de no volver a verle.
Subió al Mercedes sin hacer caso a las impertinencias de los dos bribones que había apoyados en la puerta fumando hierba.
—¿Me dejáis entrar en mi coche?, —pidió con autoridad, y los dos rufianes se hicieron a un lado mientras la miraban con lascivia de arriba abajo.
Puso el vehículo en marcha y bajó la ventanilla.
—Y gracias por custodiarlo, —añadió al arrancar.