1. Algunos, con un piropo, abren piernas


    Fecha: 01/01/2025, Categorías: Infidelidad Autor: suruminga, Fuente: CuentoRelatos

    Los domingos damos rienda suelta a nuestros deseos de vagancia. Desayunamos en la cama y, al amparo del buen descanso y ausencia de compromisos, Elisa, mi señora que cumplió treinta y yo cuarentón, preparamos concienzuda y tranquilamente algún polvo de antología. Las pausadas caricias con leves aceleraciones, el deleitoso saboreo de su jugosa conchita, la sensación maravillosa de esa boca envolviéndome la pija, y la explosiva culminación, eyaculando en el fondo de su vagina que me exprime rítmicamente, es el mejor inicio de la jornada.
    
    Este domingo no hubo intimidad pues mi esposa me dijo sentirse algo indispuesta, algo normal que ya había sucedido ocasionalmente en el pasado. Es irrazonable pensar que las personas siempre deben tener la misma disposición. Salimos a comer, luego siesta, algún entretenimiento deportivo por televisión y comida liviana a la noche. Durante todo el día la sentí como ausente, o con alguna incomodidad y lo atribuí a su próxima menstruación. Sentados a la mesa se desató el sismo con epicentro en la copa de buen vino que estaba paladeando.
    
    - “Jacinto, lamento decírtelo, pero me he enamorado de otro hombre”.
    
    Me costó volver a mis cabales después del sorpresivo y demoledor golpe.
    
    - “Y cuanto hace que llevo cuernos?”
    
    - “Ni siquiera un segundo porque nunca te engañé”.
    
    - “¡Y a qué viene esta declaración!”
    
    - “Casualmente a que no te quiero engañar, nunca te mentí y no voy a empezar ahora. Te aprecio y te respeto, y por lealtad es que ...
    ... te cuento que mi corazón está con otro. No me ha tocado, de él solo he recibido piropos pero sé que cuando se me insinúe no opondré resistencia”
    
    - “Bien, por supuesto no voy a compartir cama con vos, así que mudate a la otra habitación. Ahora déjame solo”
    
    A la segunda copa llena paré, sabiendo que el alcohol no calma el dolor profundo del corazón y solamente embota los sentidos nublando el entendimiento. En una de las pasadas llevando sus cosas se acercó.
    
    - “Perdoname, lamento haber tenido que decirte algo así”
    
    - “Por supuesto que me duele como la gran puta, pero te agradezco la sinceridad. En los hechos te libero del deber de fidelidad, pero el primer día que tengamos tiempo iniciaremos el trámite de divorcio. Hasta tanto consigas dónde vivir podés quedarte aquí. Voy a esforzarme en no ser grosero o descortés pero te ruego que entiendas cómo que me siento y por eso mi contacto con vos será el mínimo indispensable”.
    
    En mis cuarenta años de vida nunca me había sentido tan mal. Mi matrimonio con Elisa había durado una década, yéndose al carajo de manera súbita y sin posibilidad de retorno, pues el argumento esgrimido era irrebatible, cumpliendo el conocido dicho «El corazón tiene razones que la razón no entiende».
    
    A media mañana del día siguiente llamé a mi patrona.
    
    - “Buen día señora Clara, lamento molestarla pero necesito hablar con usted algunos minutos”.
    
    - “Hola Jacinto, que vos me hables es algo raro, dónde estás?”
    
    - “En el jardín, al lado de la ...
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