1. Algunos, con un piropo, abren piernas


    Fecha: 01/01/2025, Categorías: Infidelidad Autor: suruminga, Fuente: CuentoRelatos

    ... de comer y es mínimo lo que te queda por limpiar y guardar. Cuál es el secreto?”
    
    - “Es sencillo, lo que usa está a mano ocupando el mínimo espacio, lo que dejó de usarse se lava y lo que está seco se guarda, sin intervalos ociosos”.
    
    - “Y cuando hacés el amor también seguís un orden?”
    
    - “¡Lucía, qué estás preguntando!”
    
    - “Amiga, no te enojés, es simple curiosidad”.
    
    - “Sí señora, en eso también sigo un orden”.
    
    - “Como respuesta inteligente y con humor está muy bien, pero no entiendo tu sonrisa”.
    
    - “No es broma, sigo el orden que me indica el placer que muestra la mujer que está conmigo”.
    
    - “Entonces tenés dos cosas para enseñarle a mi esposo. Voy a ver si acepta un curso acelerado”.
    
    Tiempo después, con conocimiento de mi patrona, me habló la señora Lucía, pidiéndome si el domingo siguiente podía hacer un asado para unas treinta y cinco personas que festejaban el cumpleaños de su esposo, por supuesto bien recompensado. Acepté encantado pues el trabajo era una buena terapia para el dolor que iba lentamente declinando, y le pedí ir el sábado a conocer las instalaciones, limpiar lo que fuera necesario y dejar la carne en la heladera ya lista para colocar en el asador. Aceptó y dispuso que dos empleadas suyas ayudaran según mis indicaciones.
    
    El día pactado hice lo previsto ayudado de Felisa y Carla, madre de mi edad y la hija en edad de votar. Ambas agraciadas, sencillas, sobrias y muy educadas, por lo cual fue fácil hacer buenas migas con ellas. ...
    ... Después de contarme algunos detalles de su vida, ciertamente laboriosa, me enteré que hacían estas tareas mermadas al descanso, porque querían comprar un celular para la menor. Ahí recordé que yo era periódico heredero de celulares. Cuando la señora Clara actualizaba el modelo, lo hacía yo también, pues el que era viejo para ella, para mí constituía algo nuevísimo que recibía. Poco hacía de la última renovación, por lo cual resolví llevárselos de regalo al día siguiente.
    
    El domingo, después de buena tarea, regresé a casa dejando muy satisfechos a los dueños de casa y, por ello con abundante paga, amén de haber podido proporcionar una alegría en mis compañeras de trabajo. El agradecimiento auténtico, sentido, de ambas mujeres que por turno me abrazaron, con las manos en movimiento acariciando la espalda y un beso en la mejilla, fueron una endovenosa de bálsamo, directa al corazón haciendo desaparecer melancolía, tristeza y dolor subsistentes desde aquel indeseable anuncio.
    
    El dolor me hace tener conciencia de la cronología; seis meses llevo sin esposa y cuatro solo en casa. Estaba en esas cavilaciones cuando sonó el teléfono, era mi ex.
    
    - “Hola Elisa”.
    
    - “Hola Jacinto, estás en casa?”
    
    - “Sí, aquí estoy”.
    
    - “Puedo ir a verte?”
    
    - “Te espero”.
    
    Me llamó la atención su aspecto, nunca había tenido abundancia de carnes pero ahora estaba más delgada y con poco arreglo respecto de lo que me tenía acostumbrado. Sentados en los sillones individuales le ofrecí algo de ...
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