Un relato medieval
Fecha: 18/01/2025,
Categorías:
Otros Eróticos,
Autor: elzorro, Fuente: CuentoRelatos
... adueñó de sus partes íntimas.
Aguardó.
De repente notó como las manos de su señor separaban sus nalgas y la punta de un pene cálido y palpitante se abría hueco en su interior.
La envestida, aunque esperada, la pilló por sorpresa. Dolía.
Luego llegó un segundo y un tercer empujón y el dolor se transformó en placer. Ana gritó y se sorprendió a si misma pidiendo más en voz alta. Su señor le dio más. El sonido de los huevos chocando con el culo se unió a una sucesión de jadeos, gemidos y palabras incomprensibles. En pleno proceso, Fernand acompañó los empujones con nalgadas a discreción. Hasta que tras una última penetración, sacó el pene del interior de la joven y dejando caer su cuerpo sobre el de ella, eyaculó.
Luego puso a Ana boca arriba, se tumbó sobre ella y la beso en la boca. El sabor a alcohol no era agradable, sin embargo, cuando las lenguas se encontraron y el intercambio de saliva tuvo lugar, la combinación se convirtió en algo adictivo y Ana tuvo el primer orgasmo de su vida. En aquel momento, nada podía detenerla.
Cuando su señor se levantó, Ana observó el miembro del que pendía un hilo de semen. Luego miró a Fernand.
—Deseáis que me encargue de vuestro pene.
—Pero no decíais...
—Es vuestro miembro señor, yo solo tengo ojos para vos...
El caballero asintió y Ana, abriendo la boquita, introdujo el falo de aquel hombre en ella y comenzó a chuparlo con pasión.
Fernand apretó el culo y gimió notando las atenciones de su ...
... sirvienta.
Los meses pasaron. Si bien, alguna vez Ana tuvo que enfrentarse a la vara, en la mayoría de las ocasiones, incluso tras portarse mal, el resultado era una sesión de sexo sin tabús. Fernand aprendió a confiar en Ana que, día a día, aprendía nuevas cosas. Pronto sus opiniones empezaron a contar.
Un buen día, mientras ambos yacían desnudos sobre la cama y Ferdinand jugaba con los pezones de las tetas de Ana, la mujer formuló una pregunta.
—¿Me queréis?
Ferdinand se detuvo, la miró durante un rato y luego dijo.
—¿Querríais casaros conmigo?
—Sí. —respondió la joven.
La boda fue celebrada con alborozo por todo el mundo. Ana, que tenía cabeza para los números, se encargó de administrar las aldeas desde ese momento en adelante. Al principio algunos trataron de aprovecharse de la situación, pero pronto se dieron cuenta de que la nueva esposa de Fernand no se andaba con tonterías. El principio de autoridad era innegociable y aquellos que osaron rebelarse probaron el látigo. Sin embargo, fruto de las reformas, las cosechas crecieron y los beneficios para nobles y campesinos aumentaron. Se instauraron fiestas para que los aldeanos disfrutasen, hubo avances en educación para aquellos que valían para ello, un matasanos controlaba la salud de los aldeanos con chequeos mensuales y se instauraron leyes contra el abuso.
—Vos sois el padre de Elisa ¿verdad? —interrogó Ana a un aldeano.
—Así es. —respondió este.
—Se comenta que la castigáis con frecuencia. Azotes, ...