Un relato medieval
Fecha: 18/01/2025,
Categorías:
Otros Eróticos,
Autor: elzorro, Fuente: CuentoRelatos
... bofetadas, incluso habéis llegado a marcarla con hierro incandescente.
—Es mi hija y si se porta mal mi deber es educarla.
—Y estáis en lo cierto. Nadie os impide usar el castigo corporal para corregir, pero vuestra hija nos cuenta que lo vuestro raya la tortura. Elisa, ¿qué tenéis que decir?
La muchacha, muerta de miedo, sentía la mirada amenazante de su progenitor. La señora parecía amable y justa, pero después ella tenía que volver a casa y allí estaría bajo la autoridad de su progenitor.
—¿No decís nada? Venid conmigo.
Ambas mujeres entraron en una habitación.
—No temáis, estoy aquí para protegeros. Pero necesito vuestro testimonio. Quitaros la topa.
La joven se desnudó. Las nalgas tenían un color violáceo a causa de los golpes, los muslos presentaban quemaduras y bajo una teta tenía una marca hecha con hierro. Ana quedó impresionada.
—Esto se tiene que saber. Sé que la vergüenza es grande, pero, ¿podemos enseñar esto a la asamblea?
La chica se ruborizó, pero aceptó finalmente. Su padre la iba a pegar de todos modos y no creía que la fuese a matar. Ana volvió a la sala en compañía de la joven, y allí, en frente de todos, mostró las heridas infringidas.
—Esto es inadmisible. Aquí los únicos que tenemos derecho sobre todos somos mi marido y yo. ¿Está claro? Esta chica se viene conmigo, servirá en mi castillo.
—Es mi hija, yo me encargo de... —intervino el padre.
—¡Cómo os atrevéis a hablarme de esa manera! —espetó furiosa ...
... Ana.
—Soldados, prendedle y preparar el hierro candente.
Los soldados sujetaron al desdichado aldeano.
Su hija, fue a hablar, pero Ana la mandó callar.
—Marcadle las nalgas.
El hombre fue obligado a ponerse a cuatro patas. Un soldado se puso encima mientras otros dos sujetaban sus piernas. Un cuarto llegó, le bajó los calzones descubriendo un culo peludo y mandó traer el hierro al rojo vivo. El hombre se meó encima antes de que marcasen su nalga derecha con el hierro haciéndole aullar de dolor. Luego le marcaron la otra y le dejaron ahí. Al dolor se unía la humillación.
—Desapareced de mi vista antes de que me arrepienta y ordene que os azoten.
Elisa pasó a vivir en palacio y se hizo amiga de Ana. Un año después conoció a Fred, uno de los chicos que cuidaba los caballos y se enamoró. Hicieron el amor en el pajar. Una vez les pillaron, pero Fred, valientemente cargó con las culpas. Ana deseaba perdonar al chico, pero eso no hubiera sido justo, así que ordenó que le azotaran, eso sí, diez latigazos serían suficientes. Después del castigo permitieron a Elisa que pasara las noches con Fred con el pretexto de cuidar de las heridas. Huelga decir que entre los cuidados se incluyeron besos, caricias y mucho sexo.
Pasados los años, la fama y nombre de Ana, llegó lejos y aunque la historia haya convertido en leyenda su vida y algunos duden de la veracidad de lo aquí contado. Yo, que recogí el testimonio de los protagonistas, dejo este relato para que futuras generaciones sepan ...