Incesto a la japonesa
Fecha: 20/01/2025,
Categorías:
Incesto
Autor: Kiko, Fuente: CuentoRelatos
... siguió lamiendo. Al rato se puso en pie y le desabotonó la blusa, luego hizo que se levantara, le dio la vuelta, le quitó el sujetador y le magreó las tetas. Ame se apoyó con las dos manos en el respaldo del sillón. Aiko lamió su espalda, las nalgas y el ojete. Sacó la polla y se la clavó en el coño, un coño estrechito. Le dio caña y poco después Ame se corrió cómo una perra, diciendo:
¡Usted sí que sabes!
Al acabar de correrse le dio la vuelta y le comió las grandes tetas, unas tetas con gordos pezones y oscuras y picudas areolas, después hizo que se sentara de nuevo y le volvió a comer el coño. Esta vez se lo lamió sin parar de abajo arriba hasta que se volvió a correr.
Ame, después de correrse, le dijo:
-¡Usted sí que sabe!
-A ver que sabes hacer tú.
-Acomódese.
Aiko se sentó en el sillón con su polla tiesa, Ame se la cogió, se abrió de piernas, puso el glande en la entrada del coño, bajó el culo y la metió hasta el fondo, luego le echó los brazos alrededor del cuello y lo folló al tiempo que le comía la boca. Aiko, con una mano le apretaba una nalga y con la yema del dedo medio de la otra le acariciaba el ojete. Tiempo después, Aiko se corría dentro del coño de su hija. Sabía que podía hacerlo porque era él quien le compraba las pastillas anticonceptivas.
Sentía Ame los últimos latidos de la polla de su padre dentro del coño cuando se corrió ella, y por no variar, dijo:
-¡¡Usted sí que sabe!!
Dos años más tarde.
Ame se había casado con el ...
... novio que tenía, y que era un abogado español que estaba trabajando en Tokio. Ahora vivía en una ciudad gallega. Llegó de hacer sus compras y al entrar en la sala de estar se encontró con su marido y con su padre. Mateo, el marido de Ame, le dijo:
-¡Sorpresa!
Ame, sonriendo, se inclinó y saludó a su padre. Charlaron y comieron. Mateó, que era un treintañero, moreno y de estatura mediana, después de comer se fue a trabajar y dejó a solas al padre y a la hija. Estaban sentados en un tresillo de cuero de color negro hablando del trabajo de Mateo. Aiko cogió a su hija por un brazo y tiró de ella, la sentó a su lado y le dijo:
-He venido para recordar viejos tiempos.
Ame, que vestía una chaqueta negra de lana, una blusa blanca y una falda negra que le daba por encima de las rodillas y que calzaba unos zapatos negros con muy poco tacón, le puso una mano en el pecho y le dijo:
-Por favor no diga eso, ahora soy una mujer casada.
Aiko siguió al ataque.
-Sabes que eres mi tesoro.
-Ahora soy el tesoro de otro.
La empujó hacia el brazo del tresillo y buscó su boca, Ame le hizo la cobra y puso cara de grima. Aiko se separó de ella, le cogió las manos y se las beso. Ame le dijo:
-No, padre, por favor, no.
-Sí, Ame sí, te necesito.
La abrazó y le besó el cuello, Ame se revolvía, pero de aquella manera, o sea, que no se revolvía cómo una gata panza arriba. Le echó las manos a sus grandes tetas y se las amasó. Ame quiso levantarse y su padre aprovechó para ...