Mis odiosas hijastras (1)
Fecha: 09/02/2025,
Categorías:
Hetero
Autor: dickson33, Fuente: RelatosEróticos
... estar, pues yo pensaba acomodarme ahí. Esa era una de las pocas cosas que teníamos en común. A ninguno de los dos nos gustaba pasar el día encerrados en nuestros respectivos cuartos, y eso que el día se prestaba para dormir la siesta. Además, a Mariel no le gustaba tener televisor en el cuarto, por lo que no era muy divertido estar encerrado ahí, salvo cuando cogíamos, obviamente.
—¿Te molesta que ponga otra cosa? —pregunté, agarrando el control remoto. Ella estaba metida en su celular, así que imaginé que no iba a ver nada en la televisión.
Como respuesta se limitó a encogerse de hombros. Puse Netflix, pero en ese mismo momento el celular vibró en mi bolcillo. Recordé que estaba esperando una respuesta de Agostina. Esperaba que se tratara de ella. Por la tarde Mariel me preguntaría si estaba todo bien, y yo quería tener en claro en dónde estaba cada una de las chicas. Los fines de semana solían salir a bailar —sobre todo Agostina y Valentina—, pero debido al alerta meteorológico, y al clima inusual que ya se hacía sentir, debían quedarse en casa. Las chicas ya eran mayores de edad, así que debía ponerme firme al respecto, ya que, si querían salir, en realidad, no tenían por qué hacerme caso.
Vi que la notificación que me había llegado era de un número que no tenía registrado. Solía ignorar ese tipo de mensajes, ya que en general eran spam, pero en esta ocasión decidí abrir el WhatsApp. Marqué la clave de seguridad y el teléfono se desbloqueó.
—Uf, cualquiera ...
... diría que escondés algo —largó Valentina, sin siquiera mirarme.
—¿Perdón? —pregunté, confundido.
—Nada, solo que, según recuerdo, hasta ayer no usabas códigos de seguridad en tu celular —largó ella.
—Veo que estás muy atenta a cada cosa que hago —dije, exasperado, señalando algo que tenía en la punta de la lengua desde que la conocí.
—Es que todavía sos un desconocido para mí, y ahora estás viviendo no solo con mamá, sino conmigo y con mis hermanas.
Suspiré hondo, armándome de paciencia. La pendeja tenía un punto. Mariel confiaba ciegamente en mí, pero ellas no tenían por qué hacerlo.
—Si estás tan atenta a lo que hago o digo, habrás escuchado que hace unos días intentaron robarme el celular en el colectivo —expliqué—. Desde ese día decidí usar el código de seguridad, porque este aparato tiene todos mis datos bancarios, y si me lo llegan a robar, puedo tener muchos problemas.
—Cuando un caco roba un celu, lo primero que hace es apagarlo para que no lo localicen ¿no lo sabías? Y eso que trabajás en seguridad hace mil años —comentó ella.
—Que eso sea lo que se haga en general, no significa que no pueda llegar a pasar lo que te expliqué —dije.
La verdad era que me sentía humillado, porque la pendeja tenía razón. Pero eso no quitaba que yo le estaba diciendo la verdad, cosa que ni siquiera estaba obligado a hacer. No era la primera vez que se metía con mi trabajo. En una ocasión, en una de las pocas veces en las que se dispuso a entablar una conversación ...