1. Mis odiosas hijastras (1)


    Fecha: 09/02/2025, Categorías: Hetero Autor: dickson33, Fuente: RelatosEróticos

    ... Pero pasaban los meses y eso no sucedía. La cuota de la tarjeta de crédito empezó a representar un porcentaje muy alto de mis ingresos. Luego me vi obligado a hacer gastos imprevistos cuando mamá enfermó. Por suerte mejoró, pero mi situación económica estaba muy mal. Lo gota que rebalsó el vaso fue cuando en el trabajo se suspendieron las horas extras. Ahora sí, estaba viviendo con lo justo. Me retrasé con una cuota, y me vi obligado a refinanciar la deuda. Grave error. Los intereses sobre interés eran un arma letal para el bolcillo de un laburante. Finalmente dejé de pagar la tarjeta, pero luego de unos meses me iniciaron juicio, y con una velocidad inusitada, un juez decretó el embargo de parte del sueldo.
    
    Mariel sabía que yo no estaba en la misma posición económica que ella. No es que fuera rica. Pero era de clase media, mientras que yo era pobre. Cuando en una ocasión le dije que no podíamos salir a cenar porque yo no contaba con dinero, ella me dijo que no fuera tonto, que ella me invitaba. Esa noche me tragué el orgullo de macho del conurbano. Además de aceptar que pague la cuenta, me desahogué con ella. Le conté de lo estresante que era tener una deuda que no sabía cuándo iba a poder pagar. Fuimos a mi casa, como era de costumbre, ya que, de los dos, era el único que vivía solo, así que resultaba más cómodo hacer el amor ahí. Cuando terminamos de gozar, ella, con la cabeza apoyada en mi pecho dijo:
    
    —Podés venir a vivir a mi casa. Al menos por un tiempo. Así te ...
    ... ahorrás el alquiler y podés ponerte al día con tus deudas.
    
    Lo dijo como al pasar. Pero más allá de la excusa de mi crisis económica, estaba claro que si empezábamos a vivir juntos, pasaríamos a ser marido y mujer, incluso si no lo oficializábamos con papeles.
    
    Y así fue como tuve que enfrentar el momento que quería esquivar el mayor tiempo posible: que Valentina supiera que el treintañero pajero que había conocido hacía más de un año, era el novio de su mamá, y ahora pasaría a ser una especie de padrastro para ella. Pero como dije, conservaba ciertas esperanzas de haber quedado en el olvido.
    
    Antes de mudarme, para que la noticia no cayera tan intempestiva para las chicas, Mariel me invitó a cenar a su casa. Agostina no se encontraba. Pero Samanta y Valentina sí.
    
    —Él es Adrián —dijo Mariel, cuando las dos adolescentes bajaron al comedor—. Ella es Sami —dijo después, señalando a su hija menor. Se trataba de una chica de dieciocho años, aunque parecía de dieciséis. Era rubia de ojos celestes. Usaba un pulóver que le quedaba bastante grande. Me daba la impresión de que se asemejaba a un animé japonés, con esos ojos enormes y expresivos, que en ese momento reflejaban más que nada curiosidad y timidez—. Y ella es Valentina —dijo después.
    
    La despampanante adolescente —de ahora diecinueve años—, tenía un aspecto de lo más normal. A diferencia de aquella vez, en la que, con ese uniforme de escuela parecía una actriz prono, ahora vestía una remera blanca y un pantalón de ...
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