Mis odiosas hijastras (1)
Fecha: 09/02/2025,
Categorías:
Hetero
Autor: dickson33, Fuente: RelatosEróticos
... perra.
Ninguna de las tres chicas eran muy dadas a las tareas domésticas, pero tratándose de Rita, Valentina solía ser muy activa. Volvió unos minutos después, con un toallón. Yo mantenía a Rita los más alejada que podía de mí. No quería ensuciarme ni que me mojara. Valentina la envolvió con el toallón y empezó a secarla. Su pelo mojado cayó a un costado. Gotitas de agua se deslizaban por su rostro ovalado. Las tetas, libres del brasier, caían por el efecto de gravedad, pues ella estaba levemente inclinada. Daban la impresión de ser increíblemente pesadas. Dudaba de que una chica como ella, que apenas superaba el metro sesenta pudiera aguantar ese peso durante mucho tiempo. Por enésima vez me pregunté quién carajos se comía a semejante pendeja. Hasta el momento no le conocía novio. Aunque sí tenía muchos amigos, tal como lo había imaginado. Por lo visto, el hecho de haberla visto aquella vez con dos chicas de su edad había sido pura casualidad, pues se llevaba mucho mejor con el sexo masculino. Su personalidad varonil le permitía sentirse cómoda con ellos, pero no me cabían dudas de que a cada uno de ellos, en mayor o menor medida, les gustaría cogérsela. Pero era demasiada mujer para esos mocosos.
También por enésima vez me pregunté qué carajos hacía en esa casa, viviendo con tres adolescentes, y en particular con ese camión con acoplado que ahora me mostraba las tetas sin darse cuenta —o sin que le importara—. No me podía quejar de Mariel. A sus cuarenta años era ...
... toda una bomba sexual. El único defecto físico que tenía era que con los años se había ensanchado poco a poco. Valentina era, de la tres hermanas, la más parecida a su madre. Era como una versión de ella, pero dos décadas más joven y con unas tetas que no tenía idea de quién las había heredado. Mi mujer tenía sus buenas gomas, pero no se le comparaban.
Estábamos pasando un buen momento con Mariel. A pesar de las turbulencias típicas de la convivencia. La amaba. No con esa pasión que supe tener hasta que estuve cerca de los treinta, sino algo más calmo, inclinado no tanto a las pasiones del momento, sino con un amor objetivo, proyectado hacia el futuro. Era una mujer sensual, que generaba calentura en cualquier hombre que la conociera, pero que no se andaba con pendejadas. No le daba cabida a los tipos que la buscaban. Tenía en claro que en ese momento quería compartir su vida conmigo, y hacía todo lo necesario para proteger esa relación. En la cama era casi una actriz porno. Lo único que le generaba pudor era el sexo anal. Inteligente, sexy y talentosa. ¿Qué más se podía pedir en una mujer? Valentina no le llegaba a los talones en ese sentido. Le faltaba vivir veinte años más y aun así dudaba de que lograra igualarla. Era apenas una pendeja que no sabía nada de la vida. Pero ahí estaba, con su juventud exacerbada, y esa sensualidad que me hizo sentir lujuria por ella cuando apenas la había visto por primera vez. Y su actitud soez y por momentos hostil, en lugar de hacerme ...