1. El proctólogo


    Fecha: 31/10/2018, Categorías: Transexuales Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    Una densa cortina de agua impedía ver más allá de las cristaleras empañadas. Desde la tienda de juguetes, donde había entrado a comprar un recuerdo del viaje para sus hijos, Eulogio contemplaba descorazonado como los escasos taxis que surcaban la calle estaban ya ocupados. Jugueteaba con el paraguas con una mano y con el rosario que siempre llevaba en el bolsillo de la chaqueta con la otra, comprobando nervioso en su reloj de pulsera como se aproximaba la hora de su conferencia sin que pudiese ni siquiera atreverse a salir de la tienda.
    
    Al fin, salpicando aparatosamente a los viandantes, vio la luz verde sobre el vehículo amarillo y negro surgido del País de Nunca Jamás que se detenía en el semáforo unos pocos metros más adelante. Sin pensárselo dos veces empujó la puerta acristalada, abrió el paraguas al tiempo que intentaba proteger los paquetes recién adquiridos con el cuerpo. Demasiado tarde se dio cuenta de que la lluvia había pasado de la categoría de chaparrón mediterráneo a la de galerna del Cantábrico para acabar en huracán tropical de fuerza seis. Saltó como pudo sobre la acera, intentando posar el pie en aquellos puntos en que el suelo parecía más cercano a la superficie del agua, todo hay que decirlo sin demasiado éxito. Acercó su mano a la portezuela y:
    
    – Caballero, este taxi lo he visto yo antes –le recriminó una voz femenina que parecía brotar de detrás de un paraguas idéntico al suyo, solo que de color amarillo limón
    
    Eulogio sintió que la rabia le ...
    ... dominaba mientras la tormenta empapaba su cara y sus zapatos empezaban a hacer aguas. Sin embargo, intentó contenerse desviando su cólera hacia la empuñadura del paraguas, la oprimió con fuerza hasta que sintió que los dedos le dolían. El pensamiento consciente desapareció absorbido por una vorágine de sentimientos agresivos. La dolorosa pulsión en las sienes le avisó de que la apoplejía estaba llamando a sus puertas. Intuyó rápidamente que discutir con un paraguas amarillo bajo las aguas del Diluvio carecía de sentido, la única oportunidad era negociar.
    
    – ¡Por Dios, señorita, se lo ruego, no discutamos ahora! Le acompaño adonde sea y yo pago el taxi –respondió con los ojos aún inyectados en sangre
    
    – ¡Está bien, está bien, pero déjeme pasar o me va a quedar el pelo hecho un desastre! –le respondió la voz en tono condescendiente
    
    Sintió como su ira desaparecía inmediatamente disuelta por el aguacero. Se hizo a un lado, abrió la puerta del taxi y dejó pasar a su nueva compañera de viaje hacia la que de forma instantánea había empezado a sentir gratitud. El enorme sol que era el paraguas amarillo le impidió ver a la mujer mientras entraba en el coche como era su intención.
    
    Él entró detrás, empujando los paquetes de regalo, plegó como pudo su paraguas evitando que se lo llevase el viento y se dirigió hacia su nueva compañera:
    
    – Yo voy al Hotel "Mari Bárbola de Borbón". ¿Y usted…?
    
    – Yo… yo también iba al "Mari Bárbola de Borbón" –respondió ella con una mirada de ...
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