1. El proctólogo


    Fecha: 31/10/2018, Categorías: Transexuales Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... el taxista anunció:
    
    – El Hotel "Mari Bárbola de Borbón"
    
    Eulogio miró incrédulamente por la ventanilla, pero el gris insulso que para él era el mundo exterior continuaba siendo igual de turbio. Abrió la puerta y observó maravillado que se encontraban bajo la marquesina del hotel al abrigo del diluvio que descargaba unos pocos metros de distancia. Como había prometido, pagó el importe del trayecto y se despidió de la mujer nada más cruzar la puerta giratoria.
    
    La conferencia fue mucho más larga de lo que él había previsto. La nueva disciplina de la psico–proctología despertó una polémica muy animada. Deducir el estado físico y anímico de una persona a través de los pliegues del esfínter anal fue demasiado para algunos galenos escépticos poco abiertos a nuevas ideas. Las teorías del doctor Sigüenza debieron bregar durante horas con las ideas preconcebidas, los prejuicios, la irracionalidad, la inercia de años de profesión y una miríada de combinaciones entre la pereza mental e irreflexión y, porqué no decirlo, también con la chanza y la chirigota generalizadas.
    
    Cuando acabó la presentación de sus revolucionarias ideas era prácticamente la hora de comer. Eulogio salió acompañado por un servil representante del laboratorio farmacéutico que organizaba el evento. En el vestíbulo repleto de gente, todas las voces se fueron acallando por un segundo como si una ola de silencio estuviese barriendo el hall. Él se fijó en el epicentro de tan singular portento y comprobó que ...
    ... todas las miradas convergían en una mujer que avanzaba directamente hacia ellos. Era una dama como nunca había visto, ni siquiera en sus sueños más lujuriosos, estaba admirando boquiabierto la quintaesencia de la lascivia en su forma femenina. De cabello oscuro y piel tostada, alta, atlética, todo en ella era puro sexo: su decidida forma de caminar, de moverse entre la muchedumbre como si allí no hubiese nadie, de lucir con elegancia el vestido corto con rayas azules y blancas, incluso la forma torera en que llevaba la gabardina colgada del brazo. Le dio la impresión de estar viendo un buque rompehielos abriéndose paso en la banquisa helada: los grupos de proctólogos latinos avanzados se deshacían y se apartaban a su paso conforme ella se dirigía a la puerta, pero no se volvían a cerrar, una vez había pasado, todos parecían quedar congelados admirándola en silencio, sin poder apartar la vista, dejando un sendero abierto en el que aún parecía flotar su presencia. Al llegar a la altura del doctor Sigüenza le saludó con un leve movimiento de cabeza, una sonrisa y un guiño.
    
    Eulogio, se quedó aún más mudo que el resto de público: era Marcela. Se reprendió a sí mismo por no haberla reconocido a la primera. Pero la mujer que había entrado escondiéndose bajo el impermeable y el paraguas y la diosa del amor que ahora salía triunfante eran dos personas distintas. Alargó la mano y, adelantándose al portero uniformado, le ayudó a colocarse la trinchera sobre los hombros al tiempo que se ...
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