El lobo negro y la gata rubia
Fecha: 21/02/2025,
Categorías:
Fantasías Eróticas
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... de luz en el candil. De cerca, vi una herramienta en su mano. Para mi sorpresa me quitó los grilletes de las manos y del cuello. También liberó mi tobillo. ¿Qué pasaba?
Me sacó a empujones de la mazmorra… Llegué al salón y la luz de la ventana me cegó los ojos. Sentí como me desnudaba violentamente… ¿Me violaría?, ¿Me mataría?
Me obligó a poner una prenda muy extraña. Era arpillera, tela de saco. Fui atreviéndome a abrir los ojos y vi los detalles. Era como un rectángulo grande de esa tela, con un agujero central por donde introdujo mi cabeza. La tela caía por delante y por detrás sin apenas tapar nada. En los bordes inferiores había practicado unas ranuras para que sirvieran de trabillas. Pasó un cordel a modo de cinturón y lo ató cerrando el “vestido”... Mentira, no vestía nada. Las tetas se me salían por los lados. Apenas me tapaba medio coño por delante y medio culo por detrás.
Después de eso, me arrastró junto a la chimenea… Había un gran fuego encendido y sentí mucho calor. Ahora, yo no estaba atada ni encadenada pero no era capaz de hacer ningún movimiento de rebeldía. Además, la temible perra alobada estaba allí mirándome, vigilando por si tenía que actuar.
Vi como cogía lo que tenía preparado. Un par de gruesos grilletes de hierro. No eran un trabajo fino de bronce dorado como los que llevé hasta ahora. Eran brazaletes bastos, duros y cortantes.
Tenía esto de los tiempos de la guerra -me dijo con voz enfadada-. Los he adaptado para muñecas ...
... pequeñas.
Sin piedad, colocó uno de los brazaletes en mi muñeca derecha. Lo cerró colocando un remache caliente. Cerré los ojos queriendo ignorarlo, pero noté el calor que casi me quema la piel, oí los fuertes martillazos, los temblores hicieron temblar todo mi cuerpo. Cuando terminó de golpear oí un sonido como de ebullición, al abrir los ojos una pequeña nube de vapor me impidió ver gran cosa. Debía de haber vertido agua sobre el remache para enfriar el conjunto.
Hizo lo mismo con el otro brazalete. Quedó un momento mirándome sin hablar. Yo, simplemente, separé las manos hasta el límite. Aquellos hierros permitían una separación un poco mayor que los anteriores grilletes, debía de ser una cadena de un pie de longitud. Eso sí, eran más pesados e incómodos. No pude evitar hablar:
Ya te lo dije cuando me capturaste, mátame… Me harías un favor.
Soy un soldado, no puedo matar si no es en combate.
¿Quién es tu general ahora, soldado?
Ninguno pero siempre seré un soldado.
El soldado que maté acababa de violarme.
Entonces no era un soldado.
Callamos un momento, él me preguntó:
Te había liberado… ¿Por qué intentaste robarme? Mi caballo, el oro que me dará de comer en invierno…
Por lo mismo que me quedé el anillo en el burdel…
¿Por qué?
Porque soy una gata… Las noches de humillación como puta me han hecho perder la conciencia. Lo siento, soy una gata…
Lo siento, gata, a mí la guerra me convirtió en un lobo...
Entonces, agarró con fuerza el centro de ...