-
Mereces un castigo
Fecha: 26/02/2025, Categorías: Dominación / BDSM Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... minuto más intensificando el movimiento de mis dedos y las “caricias” en su clítoris. —Vale, puta. Puedes correrte. No hubo que esperar respuesta. Su cuerpo se arqueó mientras sus piernas convulsionaban apretando mis manos mientras daba rienda suelta a su orgasmo. En ningún momento dejé de empujar mis dedos dentro de su coño aunque mi otra mano perdió la presa de su clítoris, sus gritos de placer morían ahogados en la colcha aunque yo creía que debían de oírse en todo el edificio. Estaba alucinado. Nunca en mi vida había visto semejante estallido de placer. Era el orgasmo más salvaje que había visto en mi vida. Parecía a punto de sufrir un ataque al corazón. Pero su cara de satisfacción decía que no le importaría morir así. El verla disfrutando tanto hizo que mi virilidad despertase de nuevo. Estuve tentado a follármela de nuevo pero tenía cosas que hacer así que lo dejé pendiente para después de la cena. —¿Como se dice? —Gracias, amo —contestó con la respiración entrecortada. —Buena perra. Si te portas bien se repetirá. —Gracias, amo —repitió desmayada. La dejé y fui hasta el salón. Encendí los móviles y revisé los mensajes. Tal y como esperaba el hijoputa había contestado. Por la hora lo había hecho al minuto de leer mis exigencias. No parecía importarle demasiado que otro tío se zumbase a su mujer. Éramos muy distintos. De hecho yo no tenía pensado follarme a su mujer. La pobre no tenía culpa de tener un degenerado por marido. Le dije que debería estar ...
... en el hotel donde él se tiraba a Bea al día siguiente por la tarde. La contestación no se hizo esperar. Un simple ok y la conversación se acabó. Me puse a planear cómo llevaría la entrevista con su mujer. ¿Le entregaba las fotos sin más en cuanto entrase? ¿Le explicaba con pelos y señales de qué iba todo eso? Decidí esperar a ver cómo se desarrollaba la entrevista. Un nuevo mensaje me sacó de mis pensamientos. Abrí la aplicación y a continuación los ojos como platos. Decía ser la mujer del cabrón. —Me niego a que nos veamos en ese hotelucho de mierda donde Antonio lleva a sus putitas. —Entonces? —pregunté tras pensarlo unos instantes. —Hotel Condal. La hora la decide usted —contestó al instante. —No es por nada. Pero no me apetece gastar tanto —se trataba del hotel más caro de la ciudad y aunque una noche me la podía permitir, era demasiada pasta. —No se preocupe. Pago yo. Hay trato? —De acuerdo —admití asombrado. ¿La tía estaba dispuesta a dejarse follar por otro y encima ella pagaría el hotel? Era increíble. Llegué a casa y puse a Bea a al tanto de mis planes. No tenía por que hacerlo. Pero quería que supiese que me iba a encargar de acabar con el desgraciado que había abusado de ella. En cierto modo lo hacía por ella, no solo por mí. Por vengarla. Ella se había sentido humillada, violada, y había puesto en peligro su matrimonio por culpa de ese desgraciado. Lo mínimo que se merecía era ese pequeño acto de justicia. —¿Te parece bien? —le pregunté ...