1. Mereces un castigo


    Fecha: 26/02/2025, Categorías: Dominación / BDSM Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... pretendía? Había despertado su curiosidad.
    
    —Me temo que no entiendo lo qué sucede —admitió.
    
    —Es sencillo —dije pasándole el móvil con la galería de imágenes abierta. Después dejé un pendrive sobre la mesa.
    
    Su rostro fue cambiando de color a medida que veía las fotos. Fue evidente que reconoció a su marido follándose a Bea pero todavía no acababa de entender que pretendía yo. ¿Dinero por las fotos?
    
    —Ya veo que mi marido se divierte mucho. Eso no me sorprende —dijo dejando de nuevo el móvil en la mesa. Había visto el pendrive pero fingió ignorarlo.
    
    —Y a mí no me importaría si esa no fuese mi mujer. Y el hijo de puta de su marido la forzó y la chantajeó para poder tirársela cuando le apetezca —esperé un alegato defendiendo al cabrón pero este no llegó.
    
    —¿Y según entiendo usted exigió follarme a mi en compensación?
    
    —Eso le dije, sí. En realidad solo quería verla para entregarle esas fotos —señalé el pendrive— para que sepa con que hijo de puta está casada. Solamente eso.
    
    Me levanté dispuesto a marcharme. Ella se había quedado con la boca abierta y me pareció el mejor momento para abandonar la habitación. Cuando llegué a la puerta y estaba a punto de abrir su voz me detuvo.
    
    —Espere un momento. Por favor —añadió en un tono de voz que había perdido toda su altivez—. ¿Podemos hablar un momento?
    
    —Claro —dije tras pensarlo unos segundos. Su voz me decía que algo había cambiado dentro de ella. Ya no era la mujer altiva a la que no le importaba comportarse ...
    ... como una puta por salvar a su marido. Ahora parecía haber un ser humano dentro de ella.
    
    —Siéntese por favor. Necesito que me aclare un par de cosas.
    
    —Usted dirá —contesté tomando asiento de nuevo.
    
    —Quisiera saberlo todo de este asunto —dijo señalando el pendrive que no había tocado. Su voz era suave. Casi suplicante.
    
    Durante la siguiente media hora fui narrándole todo lo sucedido punto por punto. No le ahorré detalle por escabroso que fuese. Tampoco pretendí quedar como un santo, así que le conté las medidas que había tomado con Bea. Ella no pareció juzgarme y solo me interrumpió en un par de ocasiones para pedirme más detalles en algún momento. Cuando acabé ella se levantó en silencio y puso dos nuevas copas. Cuando me alargó una de ellas se dirigió a mi en voz baja. Casi con vergüenza.
    
    —¿Y a pesar de todo usted no tenía pensado cumplir la amenaza que le hizo a mi marido? ¿Tal vez porque esperaba encontrar a una vieja?
    
    —No. Es que yo no soy como su marido. Solo pretendía informarla porque creo que tenía derecho a saberlo. Y usted es una mujer muy hermosa. Por eso entiendo menos a su marido —añadí arrancándole una tímida sonrisa de agradecimiento por el cumplido.
    
    —No sabe cómo lamento todo lo sucedido.
    
    —Usted no tiene la culpa —le contesté con sinceridad—. Tanto usted como yo somos víctimas de las circunstancias.
    
    —Y su esposa también, por lo que me cuenta.
    
    —Sí. Pero tal vez ella debió ser más firme y nada de esto hubiese sucedido. En fin, no la ...
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